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Emma B. El diario de una chica de provincias

martes de carnaval

Al poco de doblar la esquina de María Auxiliadora, subiendo por Van Dyck me encuentro con el desfile del martes de carnaval: un moreno con un bombo, un tamborilero, y tres músicos más amenizan la marcha con musiquilla jaleosa. Más que martes de carnaval parecía el desfile procesional del Corpus, solamente las princesas azules, las cabareteras sesentonas, los gnomos zaínos y las hadas de pelo violeta desafinaban con el pesado caminar, el gesto adusto y frío de los paseantes.

Cuando era pequeña, en los carnavales de mi pueblo, era muy afamado el "baile de fachas" en el que la concurrencia que no iba disfrazada llevaba una larguísima capa negra. Me acuerdo de las capas negras de raso de mi madre y mis tías, con enormes capuchas ribeteadas de azul o violeta; me acuerdo de sus antifaces negros de tela. A escondidas me ponía la capa de mi tía que arrastraba por el pasillo deseando ser mayor para que me dejasen ir al baile.

3 comentarios

Zeltia -

los disfraces serán los mismos, pero las personas diferentes.
igual no hay nada nuevo bajo el cielo (bajo la luna tampoco)

yo disfruto principalmente de la gastronomía de la época
(cocido, lacón con grelos, filloas, orellas...)
¿qué es una fiesta si no se come y se bebe algo apropiado?

emma -

nunca he ido a Ciudad Rodrigo, a pesar de lo mucho que me lo han ponderado, pero lo de la capital me dice que no se lleva en los genes lo del carnaval.

Toisaras -

Cuando veo al pasisanaje celebrar el carnaval en Salamanca, veo al mismo tiempo, un fiel reflejo de l@s chharr@s.No es cosa propia, ni traída (como Halloween)es por que es y punto.
No hay imaginación, ni ganas de pasarlo bien sin hacer el cateto,los disfraces manidos, pasados de época, más vistos que otra cosa. Falta la pandilla con gracia, el esfuerzo de unos meses por pensar, diseñar y confeccionar trajes ó disfraces con gusto.
Se recurre casi siempre a lo bajo, soez y escatológico. Ropas de mujer, del clero, de guardia civil, se repiten cansinamente año tras año.
Todo esto pasa casi desapercibido, deslavazado, sin sustancia popular.
Aquí no son así. Entonces por que intertar serlo.
Lo peor que he visto este año, ha sido un niño, al que su mamá ha disfrado para ir al bai9le infantil del Casino, vestido con el traje de judo y como la tarde estaba fresca le puso además unas botas de montaña.
Lo dicho pá mear y no echar gota...