4 noviembre 2013
Otro lunes que insiste en ofrecernos bucles de cabellos rojizos enroscados
en la duda de la mañana. En el viento no hay gotas de lluvia.
— EMMA B (@Emma_B_sa)
Otro lunes que insiste en ofrecernos bucles de cabellos rojizos enroscados
en la duda de la mañana. En el viento no hay gotas de lluvia.
— EMMA B (@Emma_B_sa)
Lo bueno del invierno y las tardes de lluvia: la culturilla que se cruza en los charcos.
“Fue Murdock Pemberton, agente de prensa teatral, quien al enterarse de la pasión del señor Woollcott por los dulces, le había hecho probar las pastas del Algonquin. El señor Woollcott fue quien llevó después a sus amigos al Algonquin, donde se encontraron con el señor Benchley, al que conocían desde antes de las guerra. El señor Blenchey se encargó de presentarles al señor Sherwood y a la señora Parker.
Lo que contemplaron aquellos hombres fue a una mujer pequeñita que llevaba el pelo recogido en una especie de pila en lo alto de la cabeza… Su voz era la de una jovencita bien educada, suave y deferente. Al hablar, tenía la costumbre de posar una manita en el antebrazo del interlocutor, y de mirarlo desde su escasa altura con aquellos ojos enormes, que de inmediato suplicaban su comprensión y le aseguraban que su comprensión era para ella lo más importante del mundo. Llevaba una boa de plumas que se metía siempre en los platos de los demás o se le quemaba con los cigarrillos (alguien dijo que era la única boa que cambiaba de plumas), y esta desafortunada boa, y los lazos de sus zapatos, y el hecho curioso de que la ropa chic y cara que vestía no parecía del todo adecuada para ella, acrecentaba la impresión general que creaba. Era una impresión de inocencia, completamente femenina y completamente indefensa. Era el tipo de mujer que provoca en los hombres el deseo inmediato de tomarla entre sus brazos, de consolarla, de protegerla y de asegurarle que todo saldrá bien.
Todo esto ya era de por sí bastante seductor, pero lo que realmente fascinaba a estos hombres ingeniosos y dicharacheros era que la señora Parker necesitaba tanta protección como un avispero. “
Dorothy Parker. La importancia de vivir. John Keats
Se ha encendido la señal. Comienza el descenso. No hay niebla. 39 º F. El Hudson brilla verdoso. Amanece. Los árboles de Bryant Park recogen las gotas de niebla. Las ratas ya no caminan por Suffolk street. Los puentes se descuelgan. Ruge el camión de la basura, doy media vuelta, me caigo del sofá sobre una copa de martini; sonará el despertador.
No hago más que pasearme alrededor de la pantalla del portátil. Voy a la cocina busco diez palabras en el cubo de la basura, solo mondas de naranja y polvo. Me encierro en el baño. Vuelvo a la pantalla, en el teclado la t se ha atascado. Continuo buscando más palabras en twiter, encuentro un murmullo lapidario. Revuelvo en el congelador, me asaltan cuatro comas y un punto y seguido. Comienza a nevar. Los primeros copos del invierno golpean los pétalos de los pensamientos, cubren de ceniza blanquecina los hierros de las antenas. Crujen los pasos de los caminantes. Tiemblan mis pasos alrededor de la pantalla. Agotada, sin palabras, no te escucho.
1.920
23 enero.- He visto a dos doctores, un asno y otro asno. He pasado el día en la ventana. Era hermoso y claro. He estado todo el día tratando de trabajar, y no he conseguido nada. Creo haber empezado nueve o diez veces el artículo sobre el libro de T. Resultado, me he quedado muy agotada.
Diario. Katherine Mansfield.
Cuando los santos se van marchando, y toca volver a empezar una vez más, escuchaba mañana, tarde y noche El último trago. Ella cantaba como nadie la canción de José Alfredo Jiménez, con esa voz de muchos tragos, muchos dolores y muchos nos vamos. Su desgarro era mi fuerza cada vez que cantaba:
"Nada me han enseñado los años
siempre caigo en los mismos errores
otra vez a brindar con extraños
y a llorar por los mismos dolores.
Tómate esta botella conmigo,
en el último trago nos vamos"
Que la tierra te sea leve, doña.
El último trago.
Tómate esta botella conmigo
en el último trago nos vamos
quiero ver a qué sabe tu olvido
sin poner en mis ojos tus manos
esta noche no voy a rogarte
esta noche te vas que de veras
que difícil trata de olvidarte
y que sienta que ya no me quieras.
Cosima Wagner, Juliette Greco, Silvina Ocampo, Alma Mahler, Carmen McRae, Safo, Edith Piaf, Maruja Mallo, Jane Birkin, Patti Smith, Marguerite Duras, Marianne Faithfull, Ella Fitzgerald, Angeles Mastretta, Angelique Kidjo, Rosalía de Castro, Astrud Gilberto, Sara Vaughan, Maria Bethania, Tamara de Lempicka, Anoushka Shankar, Susana Rinaldi, Elizabeth McNeill, Francoise Hardy, Haris Alexiou, Victoria Ocampo, Julie Driscoll, Isak Dinesen, Joan Baez, Amalia Rodrigues, Marguerite Yourcenar, María Callas, Edith Sitwell, Chavela Vargas, Paquita la del Barrio, Virginia Woolf, Carla Bruni, Gloria Lasso, Adriana Calcanhotto, Brigitte Bardot, Omara Portuondo, Emilia Pardo Bazán, Sinead O’Connor, Concha Piquer, Alkistis Protosaltis, Etta James, Berthe Morisot, Dulce Pontes, Djuna Barnes, Ute Lemper, Nico, Marlene Dietrich, Dayna Kurtz, Nora Jones, Vanessa Paradis, Elena Poniatowska, Mª del Mar Bonet, Frida Kahlo, Dinah Washington, Adriana Varela, Eleni Karaindrou, Lou Andreas Salome, Camille Claudel, Deborah Harry, Janis Joplin, Patricia Highsmith, Lisa Germano, Nina Simone, Isak Dinesen, Marisa Monte, Suzi Quatro, Cássia Eller, Mª Dolores Pradera, Paula Rego, Valentine Penrose, Rita Lee, Georgia O’Keeffe, Amelie Nothomb, María Salgado, Björk, George Sand, Billie Holiday, , Cher, Cesaria Evora, Catherine Deneuve, Laurie Anderson, Jane Bowles, Barbara, Mary Shelley, Elis Regina, Coralie Clement, Anita O'Day, Irene Némirovsky, Elisa Serna, Madaleine Peyroux, Diane Reeves, Diana Krall, Marina Nuñez, Marianne Faithfull, Dorothy Parker, Norah Jones, Amy Winehouse, Jeanette Winterson, Marina Tsvetáyeva.
Nada como está cancioncilla para este día tan frío y tan cursi.
Yo en amores soy muy ligera
amo a los hombres como si fueran
ropa interior de quita y pon
ropa interior de quita y pon.
Primero amé a un joven activo
con mucha hombrera y mucha tierra
tanto en la Habana como en Saigón
tanto en la Habana como en Saigón.
Luego yo amé a un estudiante
que llegaría a ser cantante
y con la fama se le olvidó
que su primer amor fui yo.
Y es que en amores soy tan ligera
amo a los hombres como si fueran
ropa interior de quita y pon
ropa interior de quita y pon.
Más tarde amé a un genio del cine
nadie como él para decirme
aunque a ti siempre te adoraré
yo con mi novia me casaré.
Por fin amé a un gran campeón
de waterpolo y natación
pero muy pronto se terminó
pues vino un gánster y lo mató.
Y es que en amores soy tan ligera
amo a los hombres como si fueran
ropa interior de quita y pon
ropa interior de quita y pon.
Ahora me citan viejas calvicies
especialistas en sexy ficción
y me proponen un tropezón,
y me proponen un tropezón.
Pero, aunque en amores sea tan ligera
Que amo a los hombres como si fueran
ropa interior de quita y pon
yo aún espero a un hombre entero,
guapo y feo, duro y tierno
que se proponga mi redención.
Guillermina Motta
-Ya es hora de que cambies la portada.
- El sombrero me come y las noches se alargan, el sol
salió a las 8:14 y se pondrá a las 20:14.
Todos los jueves, con el último mordisco en la boca y el yogur esperando sobre la mesa, suena un timbrazo cauto y escueto en la puerta de mi casa. No hace falta que mire el reloj, son las cuatro. Milena llama a mi puerta, y espera paciente con la bolsa repleta de sus herramientas: guantes, zapatillas, un viejo vestido de franela con flores marrones y verdes.
Milena abandonó a sus enfermos del viejo hospital de Cracovia, las noches en blanco cargadas cloroformo y lamentos; guardó sus vestidos demasiado abrigadores para el caluroso verano del Sur; regaló el gato a su mejor amiga; devolvió el violín a su padre y, tras varias vueltas de tuerca, decidió acompañar a Tomasz en la nueva aventura.
Sin mediar palabra, comienza sus tareas con orden y quehacer minucioso: pone la lavadora, recoge los restos de mi desorden, limpia las habitaciones, sacude la alfombra de bolitas de colores –es su favorita, lo noto-, y coloca de nuevo los libros, los recortes de periódicos y los discos en el mismo desorden para que no me pierda. Con precisión programada, a mitad de faena se permite un respiro: se sienta en la cocina, fuma un cigarrillo y come un plátano: “En Polonia, erran muy, muy carrisimos”, me aclaró con ojos azul opaco, la primera vez que la vi con el plátano en la mano. Después de su dosis, cargaría con el mundo a sus espaldas. Termina la cocina; busca un extra en la lista de tareas domésticas más tediosas –los cristales, sin ir más lejos- y se pone a ello con tal ahínco como si la capa de polvo nos impidiera ver la ciudad. Por último, plancha los trapitos sin una arruga, con tal rapidez y tino que me tiene sobrecogida. Milena nunca tiende la ropa interior en el tendedero del patio de luces, prefiere el radiador de mi habitación para las bragas y sostenes.
Calla no me cuentes nada. No dejas de parlotear. Chitón, que empieza el tiempo.
Son casi las 4 de la tarde o las 10 de la noche da igual. Misombra sale de su letargo y se pega a la televisión. Todo el invierno colgada del parte del tiempo de la Uno. Y seguimos. Indiferente al cesio volante por los tejados de Cáceres, al caso Faisán, o al Bye, bye love de Zapatero.
¿Sabes? Hoy han puesto un mapa híbrido. Han superpuesto uno del meteosat, normal y otro de temperaturas a miles de pies de altura, con manchas rojizas, amarilla, verdes y azules. Cuanto más rojos mas calor y lo azul más frío. Así explicaron por qué el viernes A Coruña tuvo 30 grados, y mañana tendrán 15 o 20 grados menos. Ayer pusieron un mapa de vientos que rolaban a noreste, explicaba la evolución de las altas presiones en giro hacia centroeuropa. Vehemente como si relatase su último romance me bombardeó con detalles del pronóstico para abril. Eso sí, todo en porcentajes, sentenció para terminar.
En definitiva, ¿guardo el abrigo o me someto a la tradición popular y hasta el 40 de mayo no me quito el sayo?
¡Ah!, no sé. Esta atmósfera cambiante…Yo no soy la mujer del tiempo.
Que vuelva Mariano Medina, por dios, con su mapa en blanco y negro y sus soles de quitar y poner. Cualquier día me pone a hacer fotos a los cumulonimbos de amanecida para enviar a la Uno. Lo veo en sus ojillos.
Me despierto sola en la vieja buhardilla. S. sube con dos croissants envueltos en una bolsa blanca con dos bandas anchas color naraja descremado y una inscripción: “pan con poesía”. Los deja sobre la mesa. Los coloco sobre el plato de porcelana a lado de las manzanas. En la bolsa este poema de María do Carme Kruckenberg.
“Todo o que me doe esta ao pé da escaleira.
Ninguén quere subila.
Tampouco ninguén
quere baixala.
E alí queda inservíbel
como adorno da paisaxe.
A beldade da mazá
morre na herba.”
Me asomo a la ventana. El sol dormilón se arrastra por las escaleras de la plaza de Platerías. Los brazos de S. rodean mi cintura, su pecho escala mi espalda y sus besos bajan por mi cuello. Los pequeños helechos y el musgo sobre las tejas me recuerdan que no he venido para quedarme.
Es domingo pero madrugo más de lo prudente. Los amantes han abandonado los regazos femeninos hace horas. Comienza a nevar despacio, los tejados están mojados y los recuerdos de los abrazos no sobreviven al café con leche.
Buscando un abrazo recupero esta canción y encuentro esta curiosidad en el blog de la señorita Tanita Tikaram: Judy Garland y Peggy Lee cantando juntas.
Laura se rocía dos grandes nubes en el cuello. Las nubes resbalan por el escote hasta la blusa. En el frasco de color ámbar está escrito: un jardin sobre el Nilo.
Para animar la vuelta a la vega del Tormes un lindo tormentón con aguacero me cala hasta el solomillo en el micro-trayecto desde el taxi al portal. En casita me reciben Misombra alterada por los truenos, la pequeña Lolita y el bellezón de su Polaco, que ha traido a pasear entre las piedras y las terrazas, y varias cartitas del gran capital y las atracadoras profesionales de las telefónicas, y la nevera repleta de auténticas salchichas alemanas. Eso sí el pisito está ventilado como nunca. Los visitantes lo tienen al pairo -ventilación y desorden a la par. Bienvenidas, te cuento – me cuentas. Y a cenar salchichas con cerveza bávara hasta reventar.
Aire en el estómago, piedras en las manos, chispas en el corazón.
Nubes en los ojos y fiebre en la garganta.
Suspiros en los pies y ositos en los labios.
Me levanto a las siete de la mañana. Me asomo a la terraza, amanece lentamente, entre la maraña de antenas descubro un nubarrón. Vuelvo a la cama pensando que tan sólo será una nube de amanecida.
Tres o cuatro cabezaditas más tarde, a las once, me levanto. El balcón se ha inundado y sigue lloviendo. Ha refrescado y el viento trastea la ventana. No hay tormenta ni perfumes en el aire.
Miss piernas, la vecina del edificio de enfrente, sube la persiana en culotte y camiseta y abre la ventana. Unas manos ávidas la envuelven por la cintura y arrastran al interior.
Dos minutos más tarde, vuelve a asomarse y una mano sobre el hombro la barre una vez más. Busco entre los cds y le dedico Le toi du moi de Carla Bruni a todo trapo.
Creo que hoy desayunaré zumo y jamón.
Salíamos de la estación de Hostafrancs, un rumor de letanía se acercaba desde el vagón contiguo. Dos mujeres con faldas largas, gastadas y sucias caminaban despacio entonando una bella y triste canción en una lengua lejana. La más joven de melena morena, ojos pequeños y tiernos, ejercía de lazarillo de la vieja cantante de tez raída y ojos ciegos, con una pañuelo de flores marchitas en la cabeza. Recorrieron despacio el vagón, sin enmudecer su cántico, sin reclamar tan siquiera unas monedas. Continuaron su camino subterráneo.
Decía Manuel Vicent este domingo en El País que Las mujeres de Matisse dan la sensación de que se lo están pasando siempre muy bien. El pintor las imaginaba dormidas o recostadas en un diván, desperezándose voluptuosamente, en un interior cargado de colores calientes con el mar en la ventana.
Mis mujeres caminaban a tientas en el vagón de miradas abstraídas, sin un mar en las ventanas.
Mi amiga, la Pitonisa, está muy preocupada desde el terremoto de Abruzos. Otra señal. Y tan cerca la luna llena de primavera, algo va a pasar. Otro aviso. Nos vamos acercando al 2012, decía sobresaltada. Pasó el jueves sin pena ni gloria. Hemos padecido el tradicional frío de pasión y unos regueros de chuvia a enchentes. Esto no es una señal de las estrellas ni del cambio climático, chata, más bien cumplir con la tradición.
Cada año que pasa la Pito temblequea más pensando que nos acercamos a la fecha fatídica en que termina el calendario maya (diciembre de 2012). Coincide con un momento astronómico en que nuestro sistema solar pasará cerca de un agujero negro lo que ocasionará graves alteraciones en nuestro planeta: terremotos, etc. me explica con profusión exaltada. A su cóctel milenarista la Pito le añade de un tiempo a esta parte gotas generosas de crisis económica. Otro ingrediente convulsivo que la mantiene llena de incertidumbre y peores augurios, aparte de no perderse las páginas de economía.
Niña, me dice poniendo cara de visionaria experimentada, la Salgado no solo necesita chubasquero, necesita la bola de cristal de Alaska, y que pasen tres añitos y medio. Ya verás, volveremos al campo como los chinos. No puedo evitarlo observo mis macetas macilentas, la miro a ella con seriedad estupefacta y remato con esperanza: bueno, parece que el perejil se me va criando