Blogia
Emma B. El diario de una chica de provincias

lunesito cruel


"Nueve bajo cero en Segovia, Burgos..., cinco bajo cero en Salamanca..., cuatro bajo cero en Ponferrada y Zamora...", recita con desidia el locutor madrugador de radio5 a las ocho menos tres minutos. Es lunes. Isabel Coixet está emocionada, medio lloriquea sin apenas acento catalán, y se lamenta porque no le han dado el Goya a Javier Cámara. "Le llaman Caye..." lloriquea el señor Chao en español con acento francés. Entre los fríos, la estupefacción, el ultimátum de Bush y las amenazas veladas de Merkel por la victoria de Hamás, no consigo mover más allá de las pestañas. El temblor de la hora y las coacciones de los minutos tiran de mí fuera de la cama. Es lunes y son las nueve menos veinticinco. Hace más de ocho horas que no como pero estoy llena. Me tomo el zumo de naranja, las vitaminas y la amoxicilina, y el desayuno en el micro. “A las nueve y diez estoy encendiendo el ordenador”. Abro la nevera y el bote con el preparado bronquítico de cebolla y miel me cae encima, rebota y llega al suelo. El pantalón, la camisa, todo fuera: modelito nuevo. ¡Minutos fuera! La fregona está congelada. El charco de la cocina brilla bajo los cristales de hielo después del fregoteo con los mechones amarillos de la fregona fosilizada. La nieve continúa prendida sin pinzas en el tendedero de la vecina invisible. Volvemos a empezar. Una tostada cae al suelo con la mantequilla pegada a la baldosa. ¡Minutos fuera! ¡Repetimos! Otra tostada para untar, otra que se parte en cuatro, el café congelado y asqueroso. Es lunes y son las nueve y diez: ya no puedo parar. Las revistas no caben en la cartera, el ascensor ha llegado tarde, la puerta está abierta y cerrándose". ¡Uhm!... Me faltan los dientes". Bloqueo el ascensor con la cartera; termino de pintarme los labios; la puerta del ascensor no deja de abrir y pararse, renquea entre enciendes y apagas; ya estoy dentro. Me he abrigado demasiado, casi no me sirve el abrigo violeta, y las botas me aprietan con tantos calcetines. En la calle respiro como un pato y camino trece veces por minuto, cuidando de no caerme. Mis gafas de sol me protegen de los rayos de nieve recién levantada que buscan el camino para acribillarme los ojos entre las azoteas soleadas. Es lunes, son las nueve y veinte, es tardísimo... La vida consiste en encender la mirada hasta pulverizarse los ojos.


"una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos"

Alejandra Pizarnik


1 comentario

clara -

lo que sea..., siempre hasta pulverizarse los ojos