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Emma B. El diario de una chica de provincias

la señorita Nicotina

Se fueron a almorzar a un restaurante donde les dieron huevos a la Malmaison, pollo con gelatina, crema de guindas, helado y un disgusto espantoso, porque la cuenta subió que más que Napoleón después de la campaña de Italia.

Acabó el almuerzo, ella se dio a conocer. -Me llamo Nicotina -dijo.

-¿Cómo? ¿Eres tú Nicotina, la famosa Nicotina: la que envenena, la que se infiltra en el organismo, la que destroza la garganta y los bronquios, la que llena extraños tatuajes los pulmones, la que hace perder la memoria, la que ensucia el estómago, y arruina la salud y el bolsillo?

-Yo soy -murmuró muy bajito-. Pero, ¡bah!, han exagerado mucho. Se hacen furibundas campañas contra mí... y créeme: no soy tan mala como parezco. Amo hasta la vejez a miles de hombres sin que les ocurra nada malo. Esos mismos médicos que despotrican contra mí, me adoran. Porque soy la mujer más deseada del globo... millones y millones de hombres me rinden culto.

-Pero tú les intoxicas.

La señorita Nicotina sonrió y repuso dulcemente:

-¿Y que amor no intoxica, amigo mío?

Y él sintió la comezón de probar un amor que de tal manera fascinaba a los humanos, y exclamó en un susurro delirante, con el delirio arrollador propio de los adolescentes:

- Nicotina, Nicotina...

Diez minutos después tuvo el primer vómito.

(.../...)

-Pues bien: soy muy desgraciado, Nicotina...

-No sufras, pobrecito mío. Aquí me tienes a mí. Ámame.

En cuando a Natalia, yo la daré un buen cáncer de laringe en castigo a su estupidez.
Es verdad que su amor le hacía siseo por meses y le producía una tos que le facilitaba pintorescamente la expulsión de los bronquios, pero él le perdonaba eso con gusto.
Hasta que un día... ¡Oh! ¡Él no lo habría creído jamás!
Un día la llamó y Nicotina no acudió:
No acudió Nicotina porque él no tenía dinero.
Hasta entonces siempre había creído que la señorita Nicotina era no veneno.
Pero aquel día empezó a sospechar si la señorita Nicotina no sería una tanguista.

Ventanilla de cuentos corrientes. Enrique Jardiel Poncela.


(A la señorita Pajín para su campaña antitabaco)

3 comentarios

dulce maria -

esta lectura es muy cierta porque nos ase pensar sobre el daño que ase el cigarro porque esa señorita nos puede causar una mala vida o la muerte

emma -

ya ve, querido,la solución de Jardiel: Nicotina no acude si no hay dinero. Aunque... no sé que será mejor: el remedio o la enfermedad.
ahora que me encanta lo de "tanguista", muy buena comparación.
pondré una vela a mi angelito para que el inocule esa fuerza de voluntad.
bess y feliz finde

Toisaras -

Lo he intentado en tres ocasiones, pero no consigo dejarla.
Sé que me está matando. Ni aún así. Es un amor raro, me tiene como idiota, me maneja a su antojo y yo me dejo manejar. ¿cuando venderan FUERZA DE VOLUNTAD en las farmacias?