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Emma B. El diario de una chica de provincias

la paloma

la mujer

El golpe de la puerta al cerrarse, el correr del agua en la ducha, las agrias voces del marido y los gritos de los niños en el patio, no aventuraban nada bueno.
Esta mañana, la paloma ya no estaba allí, ni rastro. El afán purificador de la mujer del primero arrasó con todo: las pinzas, el cadáver escuálido y atormentado, las canicas, el espejo…

los enanos

los enanos Con el sol llegaron los pájaros, pero solo los enanos del quinto se atrevieron. Jugaron al “dale que no se mueve” dejando un rastro de canicas, un “pin y pon” jardinero y su maceta, el espejo dorado de barbie-princesa... Aquella esquina del patio ha ido tomando el aspecto de una tumba micénica y nuevas pertenencias acompañan a la difunta.

21 gramos

Los días van consumiendo a la paloma -y van diecisiete-. Ha perdido esos 21 gramos y todo el peso del alma. Más enjuta y delgada, toda piel y plumas. Tan solo añadir una pinza rosa y un calcetín al velorio; ni siquiera huele: el frío conserva los muertos.

la paloma

Más nieve, más frío y más noches con sus siete días.
La paloma todavía sigue en el patio, rígida y fría como la muerte. Sus plumas cansadas ya no se dejan agitar por el viento.
Ahora dos pinzas de plástico verde velan su cadáver.