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Emma B. El diario de una chica de provincias

la rubia del viernes 13

 

 

 

 

 

 

 

 


Es viernes 13. Una mañana de cielo azuleño y aire primaveral. Es la hora del vermouth, me acomodo en la terraza del Novelty con la nariz al sol, los ojos bajo las gafas, y en las manos El Adelanto, suspirando por el último titular de MiLanzarote, y suspirando por un cigarro al vuelo.

A los diez minutos, sin tiempo para saborear el primer sorbo del Peruchi —recomendación de mi amiga OjosdeGata, una auténtica adicta que contagia—, una morena y una rubia asoman por sotavento. La rubia, muy rubia, ojos azules borrosos entre las capas de rimel, con rayas negras y sombra gris cargada en los párpados como las modelos de mirada siniestra y perturbada de Vivienne Westwood. Sobre unos osados taconazos y con pantalones acampanados bordados desde medio muslo a lo mantón de manila, la rubia arrastra tres!! canes: dos perritos y un chucho color canela. Con horror sospecho que los pasitos de la rubia se encaminan hacia..., aquí. Los perritos tiran hacia la izquierda, el chucho al frente, ella trata de encarrilarlos, cierra el puño con fuerza, levanta la mano izquierda, titubea, agarra las correas también con la izquierda. Las dos manos al timón de aquella reata canina.

Bebo mi primer sorbo de Peruchi temiendo lo peor. “Este néctar divino me traquilizará”. Zas!, garganta abajo. Su dulce amargo vela mi resquemor. El rasputín enano con fundita de tartán se acerca a mi pie derecho. Horror! Un trago de Peruchi desperdiciado. Un mañana tan primaveral, tan de luzdivina. Iba a ser la mañana de la flor del cerezo, en el lado soleado de la plaza, los transeúntes que van y vienen, pequeños sorbos de Peruchi... ¡Dolce far niente! Ahora, el chou-chou olfatea mis zapatos, me tienta, ni lo miro.

Ya está, no hay vuelta atrás. La rubia se sienta en la mesa de al lado, ¡a mi vera! Apenas nos separan treinta centímetros. Me mira, ni sonríe. Vuelve a mirar. Ata en corto a los perros. El chucho canela me observa de lejos con hocico altivo. Necesito otro trago. “Calma, nena, no ha pasado nada. Esta pandilla no te va a chafar el Peruchi.” Respiro lento, miro al cielo, templo la mano, es la una y media en el reloj de la plaza, alzo la copa, brindo al sol y paladeo con delicadeza mi auténtico primer trago de Peruchi.

El chou-chou y el yorkshire juguetean debajo de la mesa de la tentación rubia. El chucho se planta en jarras entre la silla de la rubia y de la morena, guardián entre el centeno. La rubia abandona una cajetilla de Lark encima de la mesa. Se acomoda el pantalón y el jersey azul cielito. Enciende un cigarrillo. Un trago largo a mi Peruchi entre el humo dulzón del Lark. El camarero carameloso trae una tapa de patatas fritas al chucho que se agacha y le deja su puesto entre las hembras. Me arrellano en la silla, ojeo El Adelanto..., nada, de MiLanzarote punto en boca. Trago largo y buena suerte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

4 comentarios

may ollos de peniña -

si, é verdade, non hai outra cousa igual, viva mexico viva o peruchi, viva dios, viva quien sea, asomado, entrevisto, e depurado, tragar y guai, disfrutar, o mais confuso se contiene, o contenido se va, esvaecese, bien y despues, reir, llorar...

Hyde -

Lo que te faltaba, rubia, agarrada a la botella.

emma -

gracias, niño, por la comparación.
Esta hecho un sibarita de tomo y lomo, tomo nota de las anchoas.
Estuve tentada de pedirle el Lark a la rubia pero no le veía yo mucha cara de andar regalando nada...

Toisaras -

Estas entradas, entre crítica gastronómica y "referir" social, le quedan a Ud. bonitas, bonitas.
Vamos,un entre Luján y Juanes.
Para acompañar el Peruchi:
Una lata de anchoas de Santoña de lomo ancho y grueso totalmente desespinadas y sobre ellas unas gotas, nada mas que unas gotas de angostura.
Jamía, yo ya puesto, le había pedido a la rubia portacanes un Lark.