de nuevo, el jefe
El hombre de las veinte caras y cincuenta refranes No se va la manta por el repulgo asoma por encima de la pantalla del ordenador. El semblante rebosante de redondez flácida, los ojos ennegrecidos chispean a saltos dentro de la pequeña línea de fuego bordeada por las sanotas mejillas. Levanta el brazo peludo de vellón, me tiende la mano y la estruja fuerte, bien fuerte, tratando de agarrar un odre de aire fresquito del mar salado. La mano me deja una huella de sudores carnívoros, caldos de unto y farinato de invierno. El jefe saluda la vuelta de vacaciones. Mi sombra sale pitando a esconderse entre las páginas de la Ley de Contratos:
¡Uy!, que éste me sacude y me arruga con el meñique, dice con un guiño por los aires- si, ahora, vendrá lo de: ¿Qué tal las vacaciones, bonita?
¡Uy!, que éste me sacude y me arruga con el meñique, dice con un guiño por los aires- si, ahora, vendrá lo de: ¿Qué tal las vacaciones, bonita?
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