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Emma B. El diario de una chica de provincias

dos cabreos y un pasmo

Afuera aún está oscuro, por la ventana ni un aliento de luz. Entre ondas, interferencias y sombras escucho una voz ágil, sonora, encrespada y con el ánimo de fogata en invierno: “señor Jesús no interrumpa a...” Si es la voz de mi Lanzarote, tan rotunda, tan profesional y alcaldable: “está usted acostumbrado a interrumpir... Primer aviso...” ¡Cómo le ha sentado lo de los papeles! A éste le expulsa: “Segundo aviso... Le doy el tercer aviso y está usted expulsado...”. Se acabó, el señor Jesús, concejal del PSOE, fuera del pleno abrigado por todo su grupito.

Mi Lanzarote está muy enfadado, pero muy cabreado. ¡Huy! ayer cómo estaba... al borde de un ataque de nervios. Mucha tensión en el pleno presupuestario y eso era antes del notición: “La Audiencia levanta la suspensión cautelar..." Fue una pena que la rueda de prensa la diese el señor Fernando Rodríguez, tan comedido, endulzando el comunicado y tragándose el veneno a paladas entre mordiscos de bollo maimón y pan lechuguino. ¡Qué pena!... nos hubiésemos reído un rato con mi Lanzarote envenenado y desatado como está, en plan Carmen Maura a punto de tirarse por la azotea del pisito.

Tal vez podríamos hacernos compañía y apechugar juntos con el vacío neurasténico en el que estoy metida desde este último estudio yankee –siempre hay algún informe de una universidad gringa- que ha comprobado que, en sus enormes empresas, los hombres guapos tienen más facilidades para llegar a puestos ejecutivos y de dirección, lo tienen más fácil para ser promocionados, en cambio si eres feo lo tienes más crudo. En el caso femenino, al revés: si eres mujer y quieres labrarte una carrera profesional de directiva ejecutiva, a lo Ana Patricia Botín sin ir más lejos, lo tienes negro si eres guapa, en este caso se promociona antes a las feas o normalitas con cierto toque masculino. Tal como me pintan el panorama, me veo de quitagrapas sine die y departiendo en el coffee break con feuchos sosainas con la barriguita cuajada de tapitas; toda la sección del “vogue masculino” se ha trasladado al comedor de ejecutivos, y ya se sabe: ellos las prefieren guapas pero tontis. ¡Huy perdón!, rubias, quería decir rubias.

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