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Emma B. El diario de una chica de provincias

emma

vuelo al sol

Es curiosa la fuerza de las supersticiones. Vuelo Barajas - Tenerife Sur, martes 13, asiento en la fila 13, un disparo me recordó: “no te cases, ni te embarques”. No me perdí ni una coma de las explicaciones de seguridad que tan clarito nos emitía una pantalla dos filas más abajo.
Lapetarda pide un benjamín y duerme la borrachera.
La razón se impone: anochece a 50º bajo cero y la línea del horizonte se ha transformado en una franja de colores encandenados: rojo sangre de toro, azul amanecer, naranja sabiduría, azul china.
La mujer batidora nos subió hasta la casa de mi querida LA, por la autopista a mil por hora y sin dejar de hablar del accidente mortal de esa mañana en la salida de Fañabé. Encierro los sueños entre atrapasueños lakotas colgados de las ventanas. Desde que he llegado no tengo más que pesadillas.

en casa

en casa Cuando volvimos, la casa respiraba a incendio de rastrojos, y cenizas de romeros en brasero. Las hierbas resecas crecían entre los cojines del sofá, y un hongo gris sombrío escalaba la pared de la cocina. Lapetarda lucía un moreno zaíno más del tipo estar colgada al sol en el tendedero –cual sábana al clareo- que de pingo nocturna. Al vernos llegar con las maletas, los paquetes de patatas y pimientos, las cajas de vino y aguardiente, y con nuestra piel de blanquitas al aire de un crucero por los fiordos, clavó sus ojos en Misombra y se justificó atentamente:
—Es la operación asfalto de tu querido Alcalde, me tiene negra. Y con tanta “conversation” con los guiris no salgo de las terrazas.
—¡Vaya, dominarás el inglés?
—No te creas..., algo más sí, pero me ha dado más por el chino y mañana he quedado con Omar para empezar con el urdú, creo que no es tan difícil, y son los idiomas del futuro.
—Ya... un verano exótico, el tuyo —le replica burlona Misombra.
—Chica, lo que te da de sí el turismo cultural, y sin moverte de casa.

galias

Ahora Lapetarda dice que no, que no se viene al fresco de las galias, que aquí hay muchos guiris, que aún le quedan por conocer dos contactos del meetic —el último de Ávila, un descubrimiento—, y allí no se le pierde nada.

Misombra me guiña un ojo, sacude el martini, y le contesta:

—Pues aquí te quedas, guapa, a ver si te pilla de uno de estos reventones y puedes darte unos bañitos playeros.

Nosotras sacudimos la pereza, planchamos el bikini y limpiamos el polvo al montecristi dispuestas a comernos 400.000 metros de asfalto en una mañanita soleada de domingo.

el regreso

Estoy fregando la loza acumulada en el fregadero, oigo el tintineo de las llaves en la cerradura. Ahí está, ¡ella que vuelve! ¡Uff! la temo. Escucho sus pasos cansinos. En el quicio de la puerta la silueta derrotada de mi sombra me mira con ojeras de varias noches, arañazos en los brazos y un par de moratones, y su piel blanca cetrina gastada después del sobeteo nocturno. Nada nuevo. Sin embargo sus ojos brillantes la delatan: sí, ha saboreado con fruición el deseo...

—¡Hola! no aguanto más, me voy a dormir. Te dejo una entrada para Elliot Murphy.

No puedo preguntar, ni asentir, ni reñir, esta imagen me paraliza y hace enmudecer. La dejo marchar, no quiero saber nada, no quiero detalles, ni confidencias, ni cotilleos, un silencio opaco entre el fregadero y la puerta. Mi sombra nos dejó plantadas como quién baja a por tabaco y ahora vuelve para cuidarse los golpes, recordar y soñar en la cuna.
Aunque la petarda usó su colonia, su precioso abrigo fucsia y sus pendientes pulpo, y yo he devorado su correspondencia amorosa, si se entera nos cuelga.

día a día

día a día Domingo, 17 de abril

Un viento helador con ráfagas de un batir de alas, y un cierzo de olvidos que alivia la inquietud, y un cielo gris nieve y gris ceniza de los deseos calcinados en la noche conjurada por los ángeles caídos.

Lunes
Azul brillante y transparente en la esquina de un cielo doméstico, y gris azulado en el cielo acristalado de una despedida arada con ráfagas de palabras y gestos comedidos esparcidos por el viento helador, que insiste en ofrecernos bucles de cabellos rojizos enroscados en la duda de la mañana.

nostalgia

Me acuerdo de aquel tipo de pantalones rojos que, en las galerías Viacambre, me agarró de la mano y me preguntó: ¿Nos vamos? Y me fui con él.
Me acuerdo de la envidia que tenía de mis amigos cuando subían a los tejados de la Catedral, y del vértigo que me daba sólo pensar en verme en aquellas alturas.
Me acuerdo de aquella conmovedora carta de amor que B me escribió, y que rompí en sus narices después de leerla.
Me acuerdo del edredón de flores amarillas y verdes de G, y de un espejo colgado encima de su cama.
Me acuerdo de mi amiga M que nos contaba que su novio GT se daba cabezazos contra la pared cuando ella lo sacaba de quicio.
Me acuerdo del silencioso enamoramiento de RF.
Me acuerdo del baño templado con que B me cuidó aquella mañana, y de que cerré la puerta al salir de su casa, y me dije nunca más.
Me acuerdo de R ayer en el concierto de Lali Puna, me gustó verle.
No me acuerdo de cómo conocí a R, ni de la mitad del concierto.
No me acuerdo del nombre del tipo de los pantalones rojos, bueno me acuerdo del alias, Onofre; además está muerto.

congelado

congelado Plaza de los Toreros, 9:00 am, -11 ºC, un airón gélido acartona mi carita sonrosada, casi ni respiro no vaya a ser que una astilla de hielo se cuele por las fosas nasales y se clave en mi achacoso corazoncito.

La cueva, 7:00 pm, 22º C, no consigo olvidar su silencio, ni sus nopalabras, ni su querer encogido; arrugo su nombre en un papel helado y lo entierro a dormir el sueño del congelador.

Alamedilla, 9:45 pm, -2º C, la escarcha de noche, blanca bajo raso negro, chispea como estrella fugaz.

La camita, 11:58 pm, 25 º C, ya respiro, ya la memoria borra el silencio y el olvido; los sueños y su querer hibernados como Walt Disney.

fotos

fotos A veces una imagen, nos deja fríos, no sabemos muy qué nos pasa con ella, si nos gusta o no, si es lo que esperamos o nos defrauda… Y luego, tras agitados sueños nocturnos, esa fotografía cobra vida, se fija en nuestra mente y ya no podemos apartarla. Vuelve una y otra vez como las mareas, con una fuerza inusitada, persistente… Es vívida, luminosa y real. Es aquel cromo que llevamos persiguiendo desde nuestra infancia.

(la preciosa foto es de Peter Saville)

divorciado

divorciado Y con éste van siete, ¡qué semanita! prácticamente no duermo desde que vi ese anuncio de la última página de El País del pasado domingo. Un recuadro resaltado y con pinta de valer un pastón anunciaba: “Divorciado. Empresario, universitario. 67 años. Desea conocer..."
Tras la primera sonrisita, me dije: “Nena, esto no es normal”, la curiosidad, el morbo me picaban desde el principio. Qué clase de tipo con 67 añejos tenía la osadía de poner semejante anuncio discreto, algo cursi, sí, pero en un periódico serio, de centro-izquierda, de tirada nacional, y en una página que no es para contactos. Un clásico forrado, no hay duda, me respondí, y algo atrevido –bueno, tanto como esto no sé...-.
Y desde el primer momento me vi envuelta en la pregunta del millón: ¿Le escribo? yo, una chicuela de provincias, algo seca y ajada por el frío. ¿Estaré a la altura? Porque ahí, ahí se huele pasta. Como sin querer la cosa comencé mi cartita al “Cortina” de turno... Una carta con estilo, funcional y escueta: “Licenciada..." pero no conseguía terminarla, hay algo en ese tono que no me va... Ya el jueves, harta de darle vueltas, me decidí y rebobiné a por una nueva, más yo, mas traviesa...; pero no sé... me desconcierta el anuncio. Qué le puede ir a un tipo que busca una “mujer básicamente buena, sencilla y a ser posible cristiana”, y me topaba de bruces con el vacío existencial. En un arrebato de viernes eufórico acabé mi cartita mezcla de ambas y corta, corta...
Y ahora, si me contesta ¿qué me pongo?

6/01/2005

Nada, de nada, se ha terminado la campaña navideña, y nada. Mis últimas esperanzas se han consumido este fatídico 6 de enero. Nada, de nada, ni carbones. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Ni tan siquiera un mísero carbón.

Primero colgué mis maravillosos calcetines de rayas del engalanado arbolito. Aquella noche casi no dormí, volvía a sentir aquel nerviosismo infantil olvidado. Por la mañana la tremenda desilusión; el tarado de Santa Claus había pasado de largo, ni asomarse, allí en el arbolillo seguían solitos mis calcetines amarillos.

Luego pensé en fin de año. Sí, esa es la fecha. Me pondré una linda "lingerie rouge" y el año nuevo me traerá un regalo apasionado. Amanecí entre las resacas de año viejo. Nada; de nada sirvió la “lingerie”, ni romper la copita de champán contra el suelo –a lo ruso-. Todo en vano. Ni un regalo, ni una sorpresa.

Ya solo me quedaban los Magos de Oriente. Bueno, ellos son más nuestros, pensé. Sí, ellos no me defraudarán. Y encontré la foto con el Rey Melchor: yo con cara de asustada y mi hermano tirandole de la barba. Y recordé las noches de reyes –siempre impacientes y excitados, esperando sus regalos—: las apariciones de mis tíos disfrazados de Reyes Magos, la preocupación por dejarles dulces y bebidas a los Reyes, los zapatos relucientes delante de las puertas de las habitaciones, las preguntas sin respuestas a tanto reparto de regalos por un mundo tan enorme.

Esta mañana abrí el medio ojo que logré cerrar esa noche de inquieta espera. Nada, ni rastro, ni un caramelo de los miles que tiraron durante la cabalgata. Nada. Allí seguían mis “farrutx” , impecables, esperando...

hoy

Hoy no es un buen día.
Los sueños no tienen memoria en este día gris, pero sí recuerdos sin presencia.
Los laberintos acechan el día como guardianes insomnes.
La lluvia fina estancada en los poros de la piel, como agua sucia desprende olor a muerte y miedo.
No hay lágrimas de consuelo sólo lluvia en los charcos.
Si tan solo pudiese llorar un segundo, escupir una palabra, deshacer un gesto y echarme a dormir.