viernes santo
Las llaves en los cerrojos; las espinas de las almas batientes entre el frío ulular de la húmeda noche dejan un rastro de sangre en los escalones.
Las pasiones arrastran las cadenas en las noches de un viernes de pasión por los pasillos de la casona acechando el despertar del sueño insomne. La incertidumbre venidera encoge la alegría y arrostra el miedo escondido entre las bagatelas de las muecas y sonrisillas. Vuelven las manos callosas a posarse sobre los hombros.Las efigies desnudas desde un calvario de piedras y acantos despliegan sus maleficios. No hay consuelo bajo las gotas del agua purificadora de la noche.
La luna llena de la boca cerrada y aquí no entran moscas vigila las palabras de ojos ciegos, y seca las lágrimas del caído entre las piedras del camino.
El gesto iracundo de voz quebrada y perfume aciago busca el perdón entre las luces del día y las miradas sonámbulas de los mortales prisioneros.
El hedor de las viejas cloacas espanta las carnes de las ratas y la inmundicia de sus miradas puebla los rincones más oscuros de las almas.
Las pasiones arrastran las cadenas en las noches de un viernes de pasión por los pasillos de la casona acechando el despertar del sueño insomne. La incertidumbre venidera encoge la alegría y arrostra el miedo escondido entre las bagatelas de las muecas y sonrisillas. Vuelven las manos callosas a posarse sobre los hombros.Las efigies desnudas desde un calvario de piedras y acantos despliegan sus maleficios. No hay consuelo bajo las gotas del agua purificadora de la noche.
La luna llena de la boca cerrada y aquí no entran moscas vigila las palabras de ojos ciegos, y seca las lágrimas del caído entre las piedras del camino.
El gesto iracundo de voz quebrada y perfume aciago busca el perdón entre las luces del día y las miradas sonámbulas de los mortales prisioneros.
El hedor de las viejas cloacas espanta las carnes de las ratas y la inmundicia de sus miradas puebla los rincones más oscuros de las almas.
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