cumbrísima/3
Es la primera estación nos aclara, apurando el último sorbo del zumo de piña.
Recién se marcha el crucificado de la Cumbre, y una brisa de carreras, un vientecillo de polis en motos, un airón de sirenas, un vendaval de especiales y guardaespaldas, y, al fin, la tormenta de autobuses grand class repletos de señoras. Incapaces de resistirnos salimos a la calle, muy bien cortejadas por el guardaespaldas que se acaba de plantar en la puerta del bar.
¡Anda, qué todo esto!, porque se lo consentimos... comenta maldiciendo la mujer-espontánea.
Sí..., se lo consentimos y, además, pagamos la fiesta le respondo con sorna lapidaria y sonrisa de 9 milímetros parabellum.
¡Quita, quita!, que me pongo mala gruñe entre dientes y escapa para la barra. Siento los ojos del poli en la nuca y olor a pólvora en la boca.
El sarao de escritores ni olerlo, claro.
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emmab -