cumbrísima/3
He decidido curiosear en el encuentro de escritores en la cumbre, pero ni consigo acercarme. Al llegar a la Clerecía un fornido "especial" se planta en jarras y me desvía hacia la calle Meléndez; rosmando y con gesto de eso se lo dirás a todas, guapo!, le hago caso. Así, por un azar acabo tomando un café en El Corrillo con la mujer-espontánea y el hombre-nazareno que carga con una enorme cruz en su vía crucis personal camino de Fonseca sede de la cumbrísima. La cruz de madera maciza lleva grabadas las obsesiones de su calenturienta cabecita: perdón, bondad, amor, paz. No mentirás. No robarás. No matarás.
Es la primera estación nos aclara, apurando el último sorbo del zumo de piña.
Recién se marcha el crucificado de la Cumbre, y una brisa de carreras, un vientecillo de polis en motos, un airón de sirenas, un vendaval de especiales y guardaespaldas, y, al fin, la tormenta de autobuses grand class repletos de señoras. Incapaces de resistirnos salimos a la calle, muy bien cortejadas por el guardaespaldas que se acaba de plantar en la puerta del bar.
¡Anda, qué todo esto!, porque se lo consentimos... comenta maldiciendo la mujer-espontánea.
Sí..., se lo consentimos y, además, pagamos la fiesta le respondo con sorna lapidaria y sonrisa de 9 milímetros parabellum.
¡Quita, quita!, que me pongo mala gruñe entre dientes y escapa para la barra. Siento los ojos del poli en la nuca y olor a pólvora en la boca.
El sarao de escritores ni olerlo, claro.
Es la primera estación nos aclara, apurando el último sorbo del zumo de piña.
Recién se marcha el crucificado de la Cumbre, y una brisa de carreras, un vientecillo de polis en motos, un airón de sirenas, un vendaval de especiales y guardaespaldas, y, al fin, la tormenta de autobuses grand class repletos de señoras. Incapaces de resistirnos salimos a la calle, muy bien cortejadas por el guardaespaldas que se acaba de plantar en la puerta del bar.
¡Anda, qué todo esto!, porque se lo consentimos... comenta maldiciendo la mujer-espontánea.
Sí..., se lo consentimos y, además, pagamos la fiesta le respondo con sorna lapidaria y sonrisa de 9 milímetros parabellum.
¡Quita, quita!, que me pongo mala gruñe entre dientes y escapa para la barra. Siento los ojos del poli en la nuca y olor a pólvora en la boca.
El sarao de escritores ni olerlo, claro.
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emmab -