presagios
Mi amiga, la Pitonisa, está muy preocupada desde el terremoto de Abruzos. Otra señal. Y tan cerca la luna llena de primavera, algo va a pasar. Otro aviso. Nos vamos acercando al 2012, decía sobresaltada. Pasó el jueves sin pena ni gloria. Hemos padecido el tradicional frío de pasión y unos regueros de chuvia a enchentes. Esto no es una señal de las estrellas ni del cambio climático, chata, más bien cumplir con la tradición.
Cada año que pasa la Pito temblequea más pensando que nos acercamos a la fecha fatídica en que termina el calendario maya (diciembre de 2012). Coincide con un momento astronómico en que nuestro sistema solar pasará cerca de un agujero negro lo que ocasionará graves alteraciones en nuestro planeta: terremotos, etc. me explica con profusión exaltada. A su cóctel milenarista la Pito le añade de un tiempo a esta parte gotas generosas de crisis económica. Otro ingrediente convulsivo que la mantiene llena de incertidumbre y peores augurios, aparte de no perderse las páginas de economía.
Niña, me dice poniendo cara de visionaria experimentada, la Salgado no solo necesita chubasquero, necesita la bola de cristal de Alaska, y que pasen tres añitos y medio. Ya verás, volveremos al campo como los chinos. No puedo evitarlo observo mis macetas macilentas, la miro a ella con seriedad estupefacta y remato con esperanza: bueno, parece que el perejil se me va criando
2 comentarios
emma -
lo siento, encanto, pero nada de peinetas este año, ha tocado augurios y disquisiciones varias al bramido de las olas, rillando una de percebes.
ahora que el próximo me pongo un capirote como sea
Toisaras -
Las boinas no son de marca.
Las poceras me rozan las pantorrillas.
Las camisas de cuadros ya no se llevan.
Los monos de trabajo, son todos azules, no me va con nada.
Los sombreros de paja, ó de palmito Dominicano, ó nada.
El gas-oil, huele como a obrero.
La maquinaria agrícola es de marcas rarísimas,nada de Jaguar y eso.
Y además en la mayoria de los pueblos, creo que es difícil encontrar Sisheido for men.
Todo una lata.
Busqué desde debajo de mi capirote su peineta entre la multitud. Nada.
Mucha flor, eso sí. Pero ni el blanco del jazmín de su piel, ni el rojo clavel de sus labios.
El próximo año, me pongo en el capirote un pirulo de ambulancia, así Ud. al menos me reconocerá.