A estas alturas, después de cuatro semanas de brillos, campanitas, arbolitos y bolas rojas, tengo tal empacho de luces navideñas que al ver el nuevo belén de brillantina instalado en la plaza Mayor, una bola lumínica ha crecido en el estómago, sus jugos se han desbordado y buscan hueco en el intestino; tal es su intensidad que me tiene llena sin probar bocado, y eso que ni he tocado el turrón y los polvorones. ¿Será un virus? Hay quién dice que las luces no se digieren se apagan. ¿Tendré que seguir sin probar bocado hasta el 10 de enero? ¿Tendré que inocularme alguna de esas bacterias que se zampan el petróleo? ¿Serán muy caras? Con los tiempos que corren y mi crisis salarial infinita, tendré que recurrir al dinero rápido. No, nada de lo estáis pensado, no me refiero a un pelotazo urbanístico en el Levante o en Los Alcaldes. Será más socorrido dado lo maltrecho del ladrillo recurrir a la venta de oro.
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No dude en vender sus joyas: joyas rotas, regalos de exparejas, herencias, obtener dinero rápido y al instante, o para realizar sus sueños.
Venderé los regalos de todos mis ex: el joyón que regaló el pijo una tarde romántica de primavera, la pulsera de prometida en ciernes, el brillante de una pasión al bies… ¡Dios me quedaré desnuda!
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Hyde -
carmen -