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Emma B. El diario de una chica de provincias

ellas

chicas del 75

Malena lucía con orgullo sus negros ojos achinados despejando su carita tozuda con una pequeña pañoleta azul cobalto, que le recogía la melena detrás de aquellas orejas más bien de soplillo. Viniese o no al caso, le encantaba soltar en las conversaciones sus frases favoritas de “El Gran Timonel”: “Mientras sea monje tocaré la campana”, “Esto es como barrer el suelo: donde no llega la escoba, el polvo no desaparece solo”, y otras lindeces del estilo. Una noche de temporal perdió su pañoleta en una esquina de aire cruzado en la plaza da Algalia, y ya nunca más recordaría los pensamientos floridos de ninguna revolución cultural. Sin embargo, nunca dejó de fumar como un carretero.

Romina era menuda y bajita, una hippie de figura normalita que escondía sus ojos verdes entre el revuelo de sus rizos morenos antes de cepillarse a los novios de todas las amigas.

De pequeña, Rebeca, enmudecía ante las preguntas de la maestra; de mayor, hechizaba con sus ojos de gata sobre el tejado de zinc. Sus novios padecían de jaqueca de tantos cabezazos que se propinaban contra la pared del dormitorio, y ella..., ella mataba la culpa rasgando la vena de su muñeca izquierda.

Carolina plantó a su novio, el moreno guapísimo, por un artista en ciernes al que abandonó por un cubano que la arrumba entre sus mil y una fantasías.

la última palabra

la última palabra


La pescadera de mi barrio calza un treinta y cinco y mueve, nerviosamente, un cartón cuajado de escamas con sus manos pequeñas y regordetas cada vez que las moscas de reflejos azules, casi negros, se empeñan en aterrizar sobre sus merluzas bastante traqueteadas. Tiene un marido delgadito y, también, bajito que la mira con ojos de trucha cansada y viste pantalón gris de tergal, algo flojo para su enclenque figura. El mayor orgullo de mi pescadera es su hija florero que milita de cuerpo presente toda la mañana en la pescadería, impasible de fina, con el pelo negro bien ondulado y una falda ajustada de joven casadera.

Todos los días de diario, justo antes de cerrar, el marido de mi pescadera llega en su ford scort granate oscuro, aparca en doble fila, enciende los intermitentes, entra en la tienda, recoge los embalajes y las tripas del pescado, los envuelve en un gurruño de periódicos y plásticos antes de tirarlos al contenedor. Canda la puerta de la pescadería. Comprueba que la cerradura no se mueve, y que las llaves están en el bolsillo de la chaqueta azul. Solícito, abre la puerta del coche a su mujercita que, con ojos exultantes y voz de ¡arr!, le recrimina no haber comprado perejil suficiente para regalar a sus mejores clientas: “Tiene una que estar una en todo... Con la mañana que he tenido, sin parar un minuto”.

she's a rainbow

A veces las sorpresas te ponen la cabeza a pájaros, sopla el entusiasmo y este airón carnal despliega las velas risueñas del galeón... Y sientes que caminas por el lado soleado de la calle.

Otros días los hechos contundentes arriman el ascua a su sardina, y tozudos se abalanzan una mañana gris de un frío que se hielan las palabras... Y acabas a Dios rogando y con el mazo dando.

En apenas un par de horas, unas imágenes te estremecen y dejan un gusto desabrido con el cuerpo al aire. Un aire salobre y húmedo, frío e inmóvil como el de aquella plataforma petrolífera. Y con la visión de aquel hombre ciego que recibe el regalo de la aterida Hanna y sus heridas, vuelves al recuerdo de la ceguera infantil, a los recuerdos sin imágenes, que son recuerdos porque te los han contado, niña. Recuerdos para los que no hay olvido. Y lloras pero no tienes palabras, tan sólo te queda el placer.

Un día después, el destino se levanta generoso y regala ocasiones: cae en tus manos el genial artículo de John Berger —El País, 25 de noviembre— sobre “La vida secreta de las palabras”, y sabes que has comprendido y él sabe contarlo:

“Hoy, sin embargo, en el modo de pensar de los ricos y en los medios de comunicación que ellos controlan, ha quedado abolida toda noción de martirio y ha venido a sustituirla la de exención. Esa exención del dolor y de la violencia que parecen proponer, en primer lugar, el dinero y luego todas las falsas promesas del consumo. En esta película no hay ese tipo de exención. Por eso nos identificamos con ella.
Tampoco se rinde en ella culto alguno al dolor. Sencillamente se ofrece una visión de cómo a veces el sufrimiento conduce a una salvación compartida, que nunca es simple, que nunca es mera palabrería. Antigua. Algo que suelen descubrir quienes no tienen poder.”

Berger habla del sufrimiento y del don de la vida en la película de Isabel Coixet, personalmente te quedas con sufrimiento y placer.

Por minutos, todo un día repiten el mismo slogan: Hoy, día mundial del sida, ...millones afectados en el mundo por el VIH, ...en España. Comes y siguen repitiendo: ...nuevos casos este año en Salamanca. Friegas y comentan: ...retrovirales de India para Sudáfrica. Chateas y escuchas: ...terapia experimental con inhibidores de la integrasa para el sida. Te sientas y piensas que alguien camina por el pasillo del hospital para hacerse con sus dosis de Fuzeon y terapia combinada. Mientras tanto, por años Africa piensa que violar a una niña cura el sida.

Esta mañana, una duda de domingo y de antes de desayunar me atraca: ¿La bolsa del pan tostado va al contenedor del papel o de los envases? Esta vez me inclino por los envases.

Rita en la montaña turca

Como con mi amiga Rita una ensalada más bien sosa en el delicioso patio del Delicatessen —lo que casi me cuesta una gripe— y me cuenta su calamitosa expedición veraniega a Turquía. Tal viaje turístico consistió en unas seis jornadas de senderismo por los montes de la Capadocia, cargando con la mochilita y durmiendo de acampada, aparte de los días de estancia en Estambul y en otra delicia turca. Cómo viajaba con su amiga belga, que contrató el viaje con una agencia francesa, rápidamente imaginé una estupenda excursión de europeos fashion y alternativos.

—¡Huy!, trekking y con guiris, genial, todo chicos guapos. ¿Habrás ligado un montón? —le pregunto ansiando conocer los pormenores de sus aventuras con algún holandés errante (los guiris: mi debilidad, lo reconozco).

Silencio y vuelta al rizo negro que acolcha su mirada perdida. En su clásico binomio inferencia-deducción de científica, mi amiga pensó que tenía todas las variables en la mano, y que no sé cuántos días de caminata en plena naturaleza bien valdrían alguna bonita historia de amor en la que refugiarse durante el mohoso invierno de su ciudad. Pero, una vez más, resultó la profecía que se cumple así misma, y en el grupo tan sólo dos hombres: un francés –con novia presente, por supuesto- y el guía, que para colmo era un turco borde y misógino. Sí, un montón de guapas europeas de senderismo por la Capadocia.

—Bueno, el francés era encantador y, como el guía era tan borde produjo un efecto rebote y se estableció una especial comunicación, más solidaridad entre nosotras. ¡Uff!, después de aquellas jornadas tan largas... Y el paisaje, maravilloso, sin rastro de civilización. —Y con sus manos de sabia delgada se explaya en desenvolver las bondades y bellezas del paisaje, en la maravillosa experiencia de la dureza del camino, de luchar con tus límites para seguir y no quedar atrás, en las heridas y los dolores, en el esfuerzo y el cansancio.

—Sí, contado así hasta es atrayente —le digo con estos ojos compasivos que Misombra me presta para las ocasiones—. No sé, chica, pensé que estos europeos serían diferentes. En mi clase de inglés sólo hay chicas, una ruina. Aunque, ya sabes, esto son las provincias. Pero ya veo..., si es turismo de aventura porque es eso, y si es el inglés porque es estudiar. No sé... ¿Qué hacen? ¿Dónde se meten?

in the mood for love

in the mood for love

Leo en la muy seria y profesional web de la BBC que,  el pasado fin de semana, cinco mil chinos sin pareja se reunieron en un parque de Shangai para el gran fiestorrón de las citas rápidas. “¡Anda, mira!,  estos chinos que bien se lo montan” murmuro entre perpleja y admirada.  Que no tienen  tiempo para encontrar el amor de su vida, pues nada se montan un sarao de miles y el que no encuentre no será por abundancia, ni por oportunidad.

Si uno es muy tímido, no hay problema,  un "Cupido" podía entregarle a la persona elegida la rosa o un mensaje.  Sí, todo muy pensadito: acceso exclusivo para universitarios de 20 a 45 años, y  entrada con rosa incluida —en lugar de la consabida copa, tan hispana— para regalar al  elegido. Todo muy japonés.  

Si en China se fueron al parque con rosita en mano, entre risas, bailes y juegos para buscar al amor, en Charri-City, el pasado fin de semana, miles de torpes buscamos un apaño —amor a primera vista, en fino—  botando de bar en bar,  hechos un pincel con las recién estrenadas galas de la nueva temporada otoñal, machacamos bien el hígado, bizqueamos a ratos, renqueamos ensordecidos por la música ambiente, echamos tejos a diestro y siniestro, venteamos las anginas hasta la ronquera y pasado el equinoccio de la noche llegamos a las rebajas de ¡ya son las 4 y nada!?  Eso sí,  ni una conversación inteligible.

Creo que unos cuantos —una toneladas de cuantos— necesitaríamos otra fiestecilla de singles para arreglarnos este centro de ingravedad  permanente que nos traemos. A ver, si con un poco de suerte mi querido Lanzarote, o el señor Estella, toman nota del invento “cultural” chico  y nos montan un festival de citas rápidas en el parque de los Jesuitas, ahora que el  “2005, Plaza Mayor de Europa” ha finalizado y antes de que el frío ocaso invernal nos acose. Tal vez así los forties  podamos sobrellevar más contentos la gripe del pollo —ya encima— con el tan celebrado calor de pecho ajeno, además de ahorrarle unos duros al maltrecho sistema sanitario. Sí, todo son ventajas. ¡Qué no se quejen!  

Misombra's back

No es fácil seducir a una dura-mimosa. Sí, seducción era lo que necesitaba Misombra después de la rabieta que montó cuando nos fuimos a la playa adejeña. Las duras-mimosas necesitan cuidados especiales: una no puede atacar con toda la artillería de carantoñas y lindeces, a lo cubano; sus gritos ahogarían hasta los nenúfares. Es una tarea ardua, para mentes bien equipadas y equilibradas, y con suficiente capacidad de planificación estratégica.

Le dejamos el regalo canario —un precioso atrapasueños— colgado de su ventana, sin esperar las gracias, ni cualquier comentario casual. Así fue, mutismo. Pocos días más tarde, colocamos sus bombones favoritos entre los cactus del salón —desde aquella convertidos en su nido—. A los dos días la caja de los Godiva estaba vacía, con arañazos en la tapa, y sus ojillos brillaban de placer sensual.
Aquel tufo a rencor rancio que cortaba el resuello al entrar en casa, se lo tragó con el chocolate. La mañana de los helicópteros, su pensamiento traspasó mi mente, y antes de que pudiese darme cuenta la voz de Jim Morrison le ayudaba a extirpar los pinchos que infestaban sus escuálidos miembros. Entre ayes canturreaba: “This is the end... the end, my only friend”. Comprendí el mensaje: el principio del fin; ahora dejarla hacer con calma, y sobre todo tener siempre a mano el guante de terciopelo rojo.

El viernes cocinó berenjenas con pasta. El sábado la invité al teatro —se desternilló de risa con el “Colon en la barraca” de los Corsario— y se achispó con el Ribera del Duero.

De madrugada, al entrar a oscuras en el portal, me confiesa: “Niña, te llamó el de Murcia hace semanas, pero le dije: Ella ya no vive aquí”. Casi la pisoteo y la estrujo, me pongo el guante de terciopelo, abro el buzón, y tan sólo le susurro: “Ah..., pues al móvil no ha llamado...”. Siento su mano húmeda y temblorosa entre mis dedos.

big in bombay

Parece la semana de la incertidumbre –ya lo dice Rojas Marcos: Nuestra incierta vida normal—; empezamos con las sacas y el pacto de tras el telón de grelos –por cierto Quintana ha engordado 10 kilos, al menos, en dos días-.
El martes leo que el Sr. Passy me deja la teoría del suceso en boca de Bertrand Rusell que una vez masticada inicia una ruta incierta por mis tripas.
(En física, un suceso –cualquier cosa que tenga atribuidos espacio y tiempo- abarca desde una explosión a la llega de una onda de luz a un cuerpo, sin embargo la onda de luz sería una teoría o serie de sucesos. Mi duda: ¿un suceso es un instante que tenga espacio?... -Me temo que mi "altura" es de provincias-.)

Llega el miércoles y mi querida MC me dice que tengo un alter ego de ficción que se llama “Marisu”, eso sí, que habla gallego y con “pinta de estar sempre abstraida, como si estivese flipada”, no sé si quiero saber más... ¿Por qué a Básico Rodríguez le ha dado por novelar aquel piso después veinticinco años?

El viernes noche me engullo unas dosis teatrales de Constanza Macras-Dorothy Park que no empachaban pero tampoco eran el colmo de la delicatessen, y la obrita más bien parecía el camarote de los hermanos Marx:
- duda inicial a lo profesional-centroeuropea: no sabe si es su gato quien quiere danzar con ella o ella la que quiere danzar con su gato. No he podido ayudar a la chicuela.
-aparecen: Minnie, el lobo, Pocahontas, el marino...
-cantan Ne me quitte pas en alemán y
Olvídame y pega la vuelta de Pimpinela en español.
-resumen acelerado de los últimos 50 años de historia Argentina.
-cantan a Malkit Sighn y bailan muy bien.
-Ah! Después de leer el folleto me entero de que el “espectáculo desmitifica el oropel que ofrecen los grandes templos de la modernidad en los que la fama se adquiere como una mercancía, [...] ¿Por qué el hombre quiere ser famoso?”
¿Cómo se titula la película?

Ayer, en pleno achicharre nocturno y hecha un pincel, me fui al concierto de Transgobal Underground –conciertazo: de la plaza de San Román a un club de Berlin sin parar de bailar-. Yo iba a lo que iba, a revolver bien las dudas que parasitan en mis tripas bailando y echar unos tejos al morenorapado, que solo veo en los conciertos, que recibir los recibe, ahora que, ¿los procesa?

Resumiendo:
Conforme transcurre “la historia” aumentan los sucesos que impregnan nuestra vida, sobre los que ironiza Big in Bombay. Los sucesos establecen relaciones entre sí; a más sucesos, más relaciones, más teorías; en definitiva exceso de información -Sociedad de la Información-, y contradictoria, que no hace más que acrecentar la incertidumbre. (¡Y no salgo de dudas! Quizás me conviene seguir el ejemplo del Sr. Passy: leer a los situacionistas -ya los he olvidado- “under der linden” o en la piscina, que es más de petarda.

Mi sombra

Misombra lleva durmiendo una semana. Ya he releído su epistolario sentimental dos veces –no doy un duro por el gitano, le veo en la cuerda floja, ese flirt no tiene futuro-. Lapetarda ya ha lucido todos los vestiditos que Misombra nunca le prestaba. La echamos de menos, la verdad; estamos un poco perdidas sin ella.
Lapetarda acude a otra cita del Tentaciones, y van cinco!!!! No escarmienta. El vienenstrasse se esfumó en un suspiro después de que el azar nos descubriese que tiene una hija adolescente al menos, si no una caterva en plan “Sonrisas y lágrimas” ¡Horror! El advocati pagó la cuenta del Stravaganza y puso pies en polvorosa al cuarto taco. El cantante calvo se hizo el loco como recién llegado del “mundo de nunca jamás”. El brooklyn guy se marchó al día siguiente. Ahora, un moreno que se presenta como “bueno en la cama”. Malo!

Y yo juego a “Ninette y un señor de Murcia”, y cruzo los dedos para no quemarme, que me conozco... y me veo llegar.

la petarda

Estoy sentada ante un café en la terraza del Clavel con mi amiga la petarda, que lleva una hora sin parar de hablar, y mi sombra que ha optado por tirarse a la bartola en el escaño.

La petarda no para de fumar, y con cada pitillo que se ventila mi nervio se estira... Ha contestado a un anuncio de contactos del Tentaciones, y cada delgado, alto, rubio de cuarenta que se tropieza la sobresalta. Ya tiene la ficha: viajero, activo, deportista, leído, ecologista, respira lo justo... ¡Nena! -le digo- este no es del sur... por lo menos sueco o de más al norte.
Mira, a lo mejor, es ese de la camisa beig que se acaba de sentar, dice y le larga un tejazo de tuerta.
No creo ese no es rubio, solo blanquito, estaba entre los 30 que fuimos al concierto de Dayna Kurtz, además es el novio o medio novio de la costu.
¿Seguro? -pregunta incrédula y oigo como mi sombra se troncha agitando el quinto martini-, creo que lo confundes..., terquea
¿Dime una canción con nombre de mujer? Para concentrarse mira fijamente al de beig que revuelve el café y mira. "Angie" de los Rolling, es de mis favoritas me dice. Bien no había pensado en esa, está bien sí me pero necesito más...

La petarda se levanta y se sienta en la mesa con el beig y le pregunta por canciones con nombres de mujer. Ya no puedo seguir escuchando... mi sombra me tira del brazo y aprovecha para sacarme de la terraza. Se acerca al oído y me susurra: Esperanza, Esperanza le bonheur ... Esperanza, Esperanza et l’espoir est en nous mon amour...

Sí, me gusta... ¿sabes alguna más? le pregunto. Me cuelgo del brazo de mi sombra y subimos la escalera de Tentenecio.

nostalgia

Me acuerdo de aquel tipo de pantalones rojos que, en las galerías Viacambre, me agarró de la mano y me preguntó: ¿Nos vamos? Y me fui con él.
Me acuerdo de la envidia que tenía de mis amigos cuando subían a los tejados de la Catedral, y del vértigo que me daba sólo pensar en verme en aquellas alturas.
Me acuerdo de aquella conmovedora carta de amor que B me escribió, y que rompí en sus narices después de leerla.
Me acuerdo del edredón de flores amarillas y verdes de G, y de un espejo colgado encima de su cama.
Me acuerdo de mi amiga M que nos contaba que su novio GT se daba cabezazos contra la pared cuando ella lo sacaba de quicio.
Me acuerdo del silencioso enamoramiento de RF.
Me acuerdo del baño templado con que B me cuidó aquella mañana, y de que cerré la puerta al salir de su casa, y me dije nunca más.
Me acuerdo de R ayer en el concierto de Lali Puna, me gustó verle.
No me acuerdo de cómo conocí a R, ni de la mitad del concierto.
No me acuerdo del nombre del tipo de los pantalones rojos, bueno me acuerdo del alias, Onofre; además está muerto.

eterno femenino

"Además me parece que la vida es un poco así. ¡Un polvo dura un minuto y ha sido deseado durante meses! Nuestras pasiones son como los volcanes; rugen siempre, pero la erupción sólo es intermitente."
Gustave Flaubert: Correspondencia.

"Pero por la noche uno quiere
esconder su tañido
en algo blando,
femenino."
Mayakoski: Las nubes en pantalón.