telaraña
Tanta expectación con la telaraña sobre la plaza Mayor: que si el Ayuntamiento deja, que si no deja, que si Patrimonio, que si peligro para la Plaza. Tanto peligro, tanto peligro para los balcones, que al final nos ha resultado una telaraña pervertida y poco peligrosa. Tal vez el peligro para los tímidos charrilandes al ver la que se le venía encima. Ese tejido de hilos pringosos que se pegaban a la naricita, las mejillas, los pantalones, el pompis o el muslamén, que se deslizaba a cuestas sobre nuestras cabezas gracias a las manitas de los presentes; era incómoda o juguetona según los gustos -algunos continuaron la noche con melenonas hasta la rodilla naranja Hare Krishna-, pero nada más. Alguno hubo que huyó despavorido al verse bajo el tejido resinoso que lo amparaba.
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emma -
Toisaras -