Blogia
Emma B. El diario de una chica de provincias

basuras y legañitas

desayuno

El trigo verde sueña aterido bajo una manta de escarcha. Los pajaritos prendidos en los cables eléctricos desayunan al sol. En Valencia, Alba estrena unas manos delgadas y torpes; levanta con tiento su taza de café y sonríe. No puede dejar de mirarlas: "Son preciosas". Es martes; cuarto menguante.

pulsaciones

Ayer he tenido un sueño que no sé muy bien por dónde cogerlo. Sueño que estoy escribiendo en el ordenador. Pulso las teclas de Ctrl y el número 7, de inmediato aparece el símbolo € en la pantalla. ¡Qué raro!, pienso, el símbolo del euro, si para éste hay una tecla. ¿Por qué sale esto? Repito, marco Ctrl + 7, otra vez escribe la €. De nuevo, tecleo Ctrl, pero cambio de número, pruebo el 3. Nada, lo mismo, otra € más, y van tres. Una mezcla de sorpresa y curiosidad, me lleva a intentarlo con todos los números. Siempre igual, la dichosa € no deja de asomar a cada nuevo intento. Pues, nada, será que lo escribe de las dos maneras, concluyo tan ancha.

Al levantarme, he comenzado a dudar. ¿Será que mi teclado no tiene la €? Tal vez se puede hacer de las dos maneras. Sin dudarlo, antes del desayuno, he revisado el teclado; efectivamente, en la esquina inferior derecha de la tecla E descubro a €, algo más pequeña, eso sí, pero es ella. ¿Por qué, en el sueño, no atino a buscarla en el teclado? Encendí el ordenador para comprobar si funcionaba —no vaya a ser—. Presioné despacito la tecla E + AltGr, al instante mi € apareció en pantalla. Lo he intentado con Ctrl y todos los números, pero nada, el cursor sin moverse, ni rastro de €. Mi sueño no funciona.

les poissons rouges

Otro día más los riscos escarpados de la montaña de Adeje se recortan sobre un cielo azul de verano sureño. En la costa una llanura azul agita sus olas sobre playas de arena gris. Bajo este sol radiante tu ausencia suena machacona como un grifo que gotea. En la calle nadie sigue mis pasos. Las lunas de los escaparates no reflejan sombras fugaces. En este mar no hay algas, ni peces rojos, todo es transparente sin una sombra bajo el agua. Nadie ocupa el otro lado de la toalla. Nadie deja huellas en la arena, huellas menudas y sigilosas tras mis pasos.

Con este sol…, ajena a mis pesares misombra duerme en un armario entre sábanas y abrigos, a miles de kilómetros. ¡Cómo pude olvidarla!

Vuelvo a encontrarme con Marina Tsvietaieva en el libro de Pitol que estoy leyendo: El viaje.

“Soy una sombra de la sombra de alguien”. Marina Tsvietaieva

amanece

Son las 6,38 y el ring-ring-ring del teléfono móvil consigue despertarme de un sueño “a media luz los besos, a media luz los dos..., y todo a media luz, crepúsculo interior”. Suena y suena, y el ring se estampa contra las listas del pijama, casi, casi me zumba en los higadillos antes de pararse. El contestador habrá saltado. ¿Quién será? Sin pestañear y sin curiosidad revuelvo entre las almohadas en busca del sueño a media luz. Ring-ring... otra vez el móvil¿? ¿Habrá pasado algo? Descuelgo y un chorro de ruidos y voces me despierta como de lunes.
—Es van gusdula fen va isfe asdel nisbefam... —El ruido y las voces de fondo apenas me dejan escuchar, pero no entiendo nada.
—¿Diga? ¿Aló? Sí, ¿dígame?
—Feis albel faissa gesdanfe use rafien uvais sulem —Una mujer lejana, entre murmullos de hombres en un bar, habla apresurada y nerviosa, cada vez más nerviosa. Me temo que no esperaba una voz de mujer.
—Mire, lo siento, creo que se ha equivocado. Lo siento, se ha equivocado. —Le digo con calma, intentando que comprenda mis palabras, y que su nervio bastante desbocado no acabe en llantina. Su voz suave, algo seca y pastosa como esos pasteles de miel y hojaldre, suena irritada y confundida.
—Ulem sifed lurdarma sivauel te ludab esband leurba... —Parlotea la mujer desesperada cada vez mas alto.
—Lo siento se ha equivocado, se ha equivocado. —Repito, cansada de su estupor, pesando que nunca me va a comprender y que me voy a perder mi sueño a media luz. Cuelgo el teléfono. Vuelve a sonar. Lo apago.

La mujer desesperada tiene prefijo 78, el sunday morning es frío y soleado, y mi línea adsl vuelve a funcionar.

vacaciones

Ya estoy de vacaciones. ¡Al fin!..., después de un julio agotador. Bajo la sombra del castaño, con el trasero anclado a mi tumbona favorita, intento desconectar del trabajo libro en ristre y aprovecho para hacerme con un arsenal de armas de destrucción masiva con las que afrontar el regreso al tajo —una amenaza a la vuelta de la esquina—.

Lo mejor del libro de Corinne Maier, Buenos días, pereza. Estrategias para sobrevivir en el trabajo, es que nos ayuda a librarnos de esa maldita moral cristiana de “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, y ¡hale! a currar, a subir los índices de productividad que los tenemos por los suelos. Tras una carrera de ejecutiva en grandes empresas, la señorita Maier se ha convertido en una descreída y provocadora que nos recomienda el individualismo y la ineficacia, la falta de escrúpulos con la empresa, mientras esperamos que todo este sistema se hunda.

“El asalariado es la figura moderna de la esclavitud. Recuerda que la empresa no es el lugar donde desarrollar tu potencial, porque ya lo habrías hecho. Trabajas por lo que cobras a fin de mes, “y punto”...

No vale la pena querer cambiar el sistema, oponerse a él es reforzarlo; criticarlo es darle mayor solidez. Evidentemente, puedes permitirte alguna broma anarquista, por ejemplo, instituir el día de: “Llamaré a la oficina para decirles que estoy enfermo”...

...trabaja lo menos posible y dedica algún tiempo (pero no demasiado) a venderte y a crear una red de contactos, con el fin de tener apoyos y ser intocable (e intocado) en caso de reestructuración de la empresa.

No te juzgarán por la forma en que hagas tu trabajo sino por tu capacidad para adaptarte sin protestar al modelo promocionado. Cuanto más uses la jerga empresarial, más pronto creerán que estás en el ajo.

Nunca, bajo ningún concepto, aceptes un cargo de responsabilidad. Te verías obligado a trabajar más, sin más contrapartida que un plus de algunos miles de euros (es decir, calderilla), y eso con suerte.

... elige los puestos más inútiles: asesoría, consultoría técnica, investigación, estudio.
Cuanto más inútiles sean, más difícil será cuantificar tu contribución a la creación de riqueza de la empresa... Lo ideal es terminar apartado: los puestos improductivos y muchas veces “transversales” no tienen consecuencias, pero tampoco sufren ningún tipo de presión por parte de la jerarquía.”

Cierro las tapas del librito, respiro hondo y repito mentalmente tres o cuatro veces los consejos de las señorita Maier. ¡Listo!, ya puedo descansar. A por el siguiente... Miro al cielo y las hojas del castaño me saludan vivarachas, un par de flores alargadas y feuchas caen sobre la hamaca de listas azules y blancas. ¿Cuál toca ahora? Los Caballitos de Tarquinia de la señorita Duras. ¡ A por ellos!...

...

Es domingo. El egipcio ha echado la tranca al bar de la esquina: “vacaciones del 2 de julio al 31 de agosto”; ya no puedo tomar mi aperitivo con pan árabe. El sol gratina los geranios raquíticos. La penumbra tuesta mi cuerpo a golpes de calor. Y yo..., con abanico y sin pantalla total.

la decisión

"Kain, Wenn & Aber"

Compañía Nico and the Navigators

CAEM, 20:30 h.

“La primera decisión es para mí mismo, con valentía, a solas...”

“Quién decide quién debe decidir”

“Tengo más escote que tú”

“Rien ne va plus”

”... todo va bien”

Lo único bueno: La canción de Lisa Germano & OP8: Slush

alto el fuego

La madrugada escurre las horas cuesta abajo, y en las trincheras nubes de polvo rojizo me impiden ver la pantalla. Un fuerte olor a roña galvanizada calienta el cansancio tras horas de combate con los ganchos. Su dureza puede conmigo... Agotados los esfuerzos. Son las cuatro, el camión de la basura pasó hace rato y el vecino acaba de apagar el ordenador. No hay rastro de luz tras las ventanas. Los garfios recién estrenados desafían la luna opaca que no aúlla ni queriendo.

No hay manera, ni las horas de sueño entre almohadones de plumas doblegaron los garfios. El riego con aceite de almendras no ha surtido efecto; me temo que los ganchos no tienen poros. Una pena..., mi gozo en un pozo. Esto se complica cada vez más. Son malísimos: ahora el orín se ha incrustado en el mecanismo de las teclas, y cada vez resulta más difícil conseguir que funcionen. Tres, cinco, nueve..., veces tengo que atizarle para lograr que la s despierte, apenas existe, ¡qué pesada!
Hoy hace sol, y ¡hasta calienta! Pero los garfios han empeorado. Me regalan para desayunar un lamento con chirrido que me atraganta la magdalena. Así no hay manera, no puedo moverlos. Afuera un redoble de tambores y de cornetas desfilando me sube un perfume de claveles y velas entre mantos de terciopelo y oro.

Bueno, ya le empiezo a ver algo, aunque tal vez es efecto de sábado soleado. Pues sí, tiene sus ventajas: rasca estupendamente la espalda con sus puntas afiladas, y de un solo impulso lo clavo en la tierra y ya tengo hueco para plantar un pensamiento. Lo peor es este rechinar y esta parsimonia a todas horas, al polvo ya me he acostumbrado.

Como es domingo, duermo la siesta al sol lejos de los mequetrefes que verdean a las orillas del Tormes. Al despertarme los garfios han desaparecido. Y otra vez las manos con cinco dedos, unos más largos que otros, pueden frotarme los ojos. Más delgadas que antes, un poco más largas tal vez —como siempre las quise—, impecables. Dos metros más allá, el hombre pelado esconde con pavor sus manos en los bolsillos del chaquetón a cuadros.

Y se ha pasado el puente con éxodo incluido.

la batalla

Mi Finito me dice, unas líneas más abajo, que aún sin manos seguiré escribiendo. Y sí, así parece. Después de todo tenía razón, aunque, tecleo con dificultad, a trompicones. No consigo habituarme. Bueno..., después de todo es poco tiempo el que llevo. Necesito acostumbrarme. Ya sé que las cosas no se logran a la primera. Y yo precisamente, debería saberlo, todo me cuesta mucho trabajo, más de un intento y de dos... Una vez más, me armaré de paciencia, y poco a poco todo será más llevadero. Sin duda, con la práctica adquiriré más agilidad y rapidez. Primero, aprenderé a manejarla bien, con soltura. Y, además, después de todo llevo unas horas tan solo, y eso es muy poco tiempo. Cuando desperté esta mañana, luego de un sueño agitado, me encontré en la cama con las manos vacías, mejor dicho, y para no faltar a la verdad, sin manos pero con unas prótesis de acero galvanizado, negras como el sueño. Las articulaciones padecen una artrosis ligera producto del oxido acumulado entre las ranuras, pero responde a los impulsos cerebrales y, aunque a deshora, consigo que le haga caso a mi cuerpo serrano. El repiqueteo metálico de los ganchos —algo maltrechos por la dureza de la batalla contra las teclas— avanza en formación de dos en fondo hasta las trincheras de las palabras que una tras otra van cayendo en la pantalla.

viernesito querido:

Soy una mancha de aceite que trata de escalar las patas de la silla de la cocina para engullir de un trago el primer café de la mañana. Consigo sobrevivir maltrecha, arrastrándome correosa por entre las pulsiones del teclado y las palabras apelmazadas y contundentes de las resoluciones. Los ojos no soportan el peso de las pupilas encendidas por esta noche desvelada a golpe de sudores y olores de roces entre nuestras volátiles pieles. Los párpados cargan con los estertores ahogados del placer caprichoso. El cansancio vela las imágenes del recuerdo del encuentro con tal fuerza arrolladora que resulta imposible encender la memoria entre la niebla de la confusión insomne. El cansancio aviva las pulsiones de un letargo de murmullos y manos que encuentran la memoria entre los poros de piel desalada de otro hombre sin futuro. Y la mano es la que recuerda otras manos, otras voces, otros pellejos y otros abrazos, y la mano viene de lejos, de muy lejos, cargada con un hatillo de sienes perfumadas y sabores entre las costillas.

lances

"Con la ayuda del whisky, dormía hasta bien entrada la tarde y luego yacía en la cama, con una botella y un vaso a mano, hasta la hora de vestirse para salir a cenar. La desconfianza que empezaba a sentir hacia el alcohol la desconcertaba un poco, como si fuera un viejo amigo que le hubiera negado un pequeño favor. El whisky aún podía consolarla, pero había momentos súbitos e inexplicables en los que la nube la abandonaba traicioneramente, y la sobrecogía el dolor, la estupefacción y el malestar que experimentan los seres vivos. Jugaba voluptuosamente con la idea de una retirada serena y somnolienta. Nunca le habían turbado las creencias religiosas y no le intimidaba la expectativa de una vida más allá de la muerte. Soñaba despierta en ese futuro en el que no tendría que ponerse unos zapatos que le apretaban, ni reírse, escuchar y admirar, ni ser nunca más una mujer alegre y despreocupada. Nunca más."

Levanto la cabeza del libro de Dorothy Parker y mis ojos embisten envalentonados las paredes amarillo emperador –sí, amarillo emperador a decir del austriaco olvidado- del café Novelty, en tanto que mis piernas se arquean en un lance de verónica, y chasqueo los dedos con fuerza y un aire de volapié en la suerte de matar antes de que mi voz de pitos y bronca le despache al barman:

—¡Felipe, otro whisky con hielo!

océano

Desde mi ventana atlántica olfateo un mar cuajado de sal y algas marrones y verdes. Dentelladas de espuma rizada quebradas por nubes deshiladas a fuerza de noches sorprenden la mirada perdida en el mar adentro. El aire mojado de salitre desparrama entre las voces de la casa un aroma amargo de lágrimas y océano.

Tierra adentro, decenas de kilómetros al norte, el granito lavado cubierto de musgo sedoso destila el veneno melancólico de la memoria. Bajo los soportales de la rúa del Villar, los pasos saltarines de "el rubio" y mis andares de rumba lanzan destellos rizados de un mar azul que rebotan contra las losas de piedra camino del océano. Las voces de los viejos amigos crepitan ante un café en la mesa de El Casino y chorros de recuerdos corren entre los gastados sofás de cretona y se refugian entre los recovecos del artesonado del techo.

El océano es un estado de ánimo que se infiltra. Ch. Baudelaire.


día de navidad

-Toma, esta carpeta me la ha dado tu padre -dice mi hermana con voz pedir un café-, me parece que es tuya.
-¿Qué es? -le pregunto curiosa al tiempo que recojo la carpeta azul, vieja y blandengue después de años de humedad en un desván lluvioso-. ¡Vaya!, retorno a Brishead en Navidad...
En su interior perfectamente organizados: una carpetilla blanca con un autorretrato de mi viejo amigo S., datado el 27-4-79, un dibujo de lápiz, surrealista y anónimo, bastante desagradable, con venas cosidas y un pequeño barquito de papel que navega por la raya de un ojo reventón, y otros dibujos con muchos colorines y bastante "pasteles", producto de aquellas noches santiaguesas repletas de lluvia; dos vetustos ejemplares del "Mundo Gráfico" de 1916 y 1920; y otra carpetilla negra con reseñas y anotaciones de variados libros y autores: Goytisolo, Pasolini, Gramsci, Alvaro Caeiro, García Lorca, Noam Chomsky, Bertold Brecht o Leonard Cohen, entre otros. Y recupero mi poema favorito de Kavafis, ya olvidado:

"Nada me retuvo. Me liberé y me fui
hacia placeres que estaban
tanto en la realidad como en mi ser,
a través de la noche iluminada.
Y bebí un vino fuerte, como
sólo los audaces beben el placer."

Lo que no reconozco, y me resulta totalmente extraño es el cuadernillo mecanografiado, con apenas cinco hojas de papel cebolla, y el siguiente título en la portada:

"PALABRAS DE POETA"
Poemas escritos por: Antonio Rodelas Montes
PROVO

Y un pequeño recorte en su interior que dice:

"Estos poemas son intercambiables por:
Unas palabras totalmente necesarias para el alma.
Un puesto de trabajo para mantenerme como persona.
Unas monedas para ir tirando.
Un beso para seguir soñando.
Cualquier cosa para continuar amando."

No recuerdo a su autor. No tienen fecha -imagino que serán de esa misma época-, ni anotación alguna. No consigo recordar cómo esas cinco hojas llegaron a mis manos. Tal vez unas palabras, un beso o quién sabe qué..., me las dejaron entre los dedos.

otros días

Los otros días:
La pequeña Lolita bailaba bachata al fondo del local con su falda de tules de Kiddy’s Class, bajo la atenta mirada del señor Salva-canalla que se la follaría —si se dejase— en el cuarto oscuro del almacén. Rosario pasea sus huesos por el barrio de Gracia. Mi querido Lanzarote dijo que tenemos un Gobierno de “geyperman” y de “barbies”. Una niña de diez años escribió un libro de ayuda para hijos de divorciados. Rosario saborea encendida su última copa de coñá. El señor Zapatero gritó que los dirigentes del PP son “patriotas de hojalata” y el señor Rajoy pataleó que el presi es un “bobo solemne”. Rosario arde viva en un cajero de La Caixa y tres micos aplauden. Carmen Calvo declaró que aún no tiene hora para llevarse los legajos del Archivo. El señor Blanco escribió en La Gaceta que mi Lanzarote parece Groucho Marx; personalmente, creo que ni merece tal piropo. Eso sí..., tenemos al país que parece el camarote de los hermanos Marx. Los tres micos sollozan lágrimas de cocodrilo: “se nos fue la mano”, “no queríamos hacerle tanto daño”. Y nadie reclama el cadáver calcinado de Rosario.

7 de diciembre

7 de diciembre de 1999
El tiempo es una espuma en el aire, una flor derretida entre el humo de tus párpados infieles. El corazón late desnudo en el infierno cotidiano. No puedo esperar el fin. No deseo el fin, tan sólo el querer placentero, risueño, sin fin. No deseo alas de pájaro. No deseo el tridente de Poseidón, ni el amor de Afrodita, tan sólo el placer de una tarde de otoño. Mi verbo es escueto y flácido, se rompe a retazos con quiebros inútiles. No busco el placer desesperado de una noche ni el ardor fugaz de una tiniebla, tan sólo tu sonrisa tenue en la distancia.
Siento tu presencia lejana, siempre a lo lejos, perdida en la noche, perdida en esta niebla invernal. Busco un resquicio de compasión.

7 de diciembre de 2005
El viento es el que golpea,
la mano es la que recuerda,
la voz es la que vigila,
y la mirada olvida en un golpe de suerte.

los días

los días

Las horas liquidan su registro  entre  liquidez inmediata, usuarios, registro, prudencia contable, provisión de fondos, gestión continuada, servicios, memoria, anualidad, imagen fiel, ajustes, ejercicio, herramienta, periodificación, valor residual, operaciones, diferidos, reclasificación temporal, desviaciones, inmovilizado, demérito, corto plazo, valores, insolvencias, devengo, plan, precio de adquisición, financiación afectada, operativa, provisiones, valor venal, imputación de la transacción, solvencia, endeudamiento, saldos, anticipos, indicadores, caja, esfuerzo inversor,  gasto diferido, provisiones, regularización y cierre.
La noche cancela el saldo amapola de tus ojos.

la décadence

Decadencia, resistencia,  decadencia,  lluvia, alegría,   verano, abrazo, piel, calor,  hielo,  más calor,  sudar,  infierno,  oculto,  personalidad,  amiga,  hablar,  escuchar,  sentir, oler, hierba, espalda, dedo,  estremece,  soplido,  aúlla,  luna,  infiel,  amar,  bebe, futuro,  sellado, abierto,   mano,  cuerpo, enroscado,  montes, senderos, inicio, principio,  desayuno,  soñar,  sonrisa,  pequeña,  caricia, sincera,  cara, rostro,  alma, cadena,  atrapa, red, trapecio, tigre, espanto, belleza,  ingenua, margarita,  deshojada, agua, corre,  océano, evapora, empapa, lluvia,  calor, dios,  nube, deshace,  construir, nuevo,  incierto,  decadencia. 

"La luz diurna más deslumbrante, la racionalidad a cualquier precio, la vida lúcida, fría, previsora, consciente, sin instinto, en oposición a los instintos, todo esto era sólo una enfermedad distinta y en modo alguno un camino de regreso a la vida, a la salud, a la felicidad. Tener que combatir los instintosésa es la formula de la décadence mientras la vida asciende, la felicidad es igual a instinto." Friedrich Nietzsche. El ocaso de los ídolos.

noviembre

Una de mis debilidades —vino y chocolate, aparte— son las chicas rebeldes. Mujeres inconformistas,  artistas-intelectuales de vida agitada, que se adelantaron a su época,  fueron más allá de las convenciones del momento. Y de entre ellas una de mis favoritas es Lou Andreas-Salomé. Así que cuando en la biblioteca de Las Conchas, por una de estas casualidades del destino, me asaltó desde un estante su autobiografía,  Mirada retrospectiva. Compendio de algunos recuerdos de vida,  la pillé cual ávida morfinómana.

Pero en estos momentos ya cargo con la desilusión. Su escritura es lenta, densa, sin agilidad  ni  fluir, repleta de vericuetos y sombras. Largas frases que se retuercen, de las una necesita un candil para comprenderlas a la segunda —ya se sabe, las torpes—. La he terminado a vista de pájaro, visualizando con la mirada sombras de palabras y perfiles conceptuales. No me ha gustado.

A rescatar:

La definición que el señor Freud le dio a su amiga del psicoanálisis, mas propia del señor Allen —Woody— que del  ilustre creador de tal disciplina. Ella lo cuenta así:

 "En momentos en que él mismo experimentaba repugnancia, me expresó su asombro de que a pesar de todo  yo siguiese tan profundamente fiel a su psicoanálisis: “porque yo no enseño otra cosa que a lavar la ropa sucia de la gente”."

La poesía que su gran amigo Rilke le escribió:

Extíngueme los ojos: puedo verte

Tápame los oídos: puedo oírte

Y aun sin pie puedo ir hasta ti

Y aun sin boca puedo conjurarte.

Arráncame los brazos:  te toco

Con el corazón como con una mano

Arráncame el corazón: latirá el cerebro

Y si al cerebro prendes también fuego

He de llevarte entonces en mi sangre.

La poesía de Heinrich von  Kleist  citada en los comentarios, de asombroso parecido a la anterior. 

  Quítame

los ojos, lo oiré; los oídos, lo sentiré;

quítame también  el tacto, lo seguiré respirando;

quítame ojos, oídos, tacto y también olfato,

Arráncame todos los sentidos y concédeme el corazón:

me habrás dejado entonces la campana que necesito

y en un mundo entero llegaré a encontrarlo. 

            Muy propias para este día de difuntos gris y tristón, con flores blancas y claveles rojos sobre tumbas recién fregadas, y churreros a la puerta del Cementerio.

yumehi’s theme

Estos últimos tiempos  una canción me obsesiona —es mi vicio—. Primero conseguí el Cd, y  sus notas comenzaron a espolvorearse por toda la casa,  vagaban a trompicones entre los cantos de los libros, se descolgaban  por  la red del atrapasueños o merodeaban entre las bolas chinas. Estas raciones no fueron suficientes. Ahora tengo la solución perfecta: me voy a su página web y allí puedo escucharla una y otra vez. Mi canción suena sin interrupciones, sin oquedades, sin fin, ad infinitum.
 
Mi canción tiene un vaivén de olas  verdes, agitadas,  un ritmo cadencioso y penetrante. Mi  canción lluviosa  resuella melancolía entre las notas  azules que se descalzan para secarse. 

Aunque, según leo en  YO Dona, la señora Ainhoa Arteta declara: ”La melancolía es una perdida de tiempo”.
—¡Ah... !  ¿Entonces para qué cantar “una furtiva lágrima”?, por ejemplo —me pregunta Misombra con pálpito de cínica—. No me creo su "soy pasional".
 
Y la melodía suena una vez más en el ordenador, resuena en mi cabeza, me asalta entre las fuentes de las herramientas del Word, ocupa los interlineados, rellena los formatos. Mi canción se repite una y otra vez, sin fin. Los resquicios para el amor son escasos.