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Emma B. El diario de una chica de provincias

en provincias

domingo, desayuno y palmas

Pocos domingos de ramos he pasado a veinticinco grados, sol a espuertas  y  un vientecillo cálido en la sien. Cuando era pequeña siempre llovía. Me calaba y terminaba con los calcetines de perlé chorreando, o tenía un frío de castañetear gracias al vestidito ideado para ilusiones de buen tiempo. Un fastidio. En las calles de mi pueblo chocabas con las palmas que terminaban enredadas en las verjas de las ventanas. Por aquí  se ven más ramitas de laurel que palmas, aunque esta mañana he visto unas cuantas, eso sí de tronío,  más bien grandecitas y con lazo, grandiosas, como de pudientes catedralicios.

 Con tanta criatura versada en túnicas de todos los colores sueltas por el centro,  he tenido que huir  -últimamente no soporto los curas y sus circunstancias-  y desayunar en la cafetería del Casino con la balconada sobre el Tormes enterita para mí.  El agua corre a zancadas bajo mis pies, su tintineo ahoga el redoble de los tambores piadosos.  Las hojas de los álamos han crecido, casi puedo tocarlas, su verde naciente se resiste a declinar. El café acelera los sentidos y la prensa me despierta. Titular:  Versace entre las ratas. La letra pequeña:  Los niños de “El Gallinero”  se llaman: Armani,  Napoleón, Aznar, Versace o Irlanda. Casi me caigo al río. Llamarle a un hijo o hija, no sé, Irlanda pase pero Aznar,  así…,  a secas; ¡fíjate!,  me inclinaría más  por Aznar – Gadafi de todos los Santos, suena como más de pila bautismal.  Las ratas del Tormes todavía duermen y las cámaras de fotos arriban por poniente.

  

compro un verano

Que venga el verano ¡ya!  No aguanto subir los sábados noche por la Gran Vía  y tropezarme con las monadas todas vestiditas igual, con sus pantalones cortos y medias negras cubriendo las zancas.  ¿Quién puso de moda este invento? ¿Imitan a Posh, a Lady Gaga o Carmen Lomana? A fashion victim me lo explique,  mi calenturienta cabecita no da para tanto.

Que los astros se confabulen, el universo se apiade de mí y las hogueras de San Juan se enciendan este sábado y nuestras princesas se quiten las medias ¡ya! Que llegue el verano, por dios.

reality sol

reality  sol

Sábado soleado en la ribera del Tormes. Una brisa cálida de silencio.  El reflejo del sol en el río. El sabor húmedo de la hierba. Esplendor en la hierba. Paciencia y desazón. Las primeras margaritas al rojo vivo. El árbol de la sabiduría se resiste a perder los frutos del pasado verano. Las caricias apresuradas de las parejas perezosas sobre un colchón amargo.

Después de 10 años de euro, los españoles todavía escondemos 1720 millones de pesetas en el colchón, dice el Banco de España. ¿En el colchón, en  Suiza, en Panamá, o en Vanuatu?

El sol alarga las sombras de los chopos. Bello,  lejano, inofensivo pero como una rubia de  Hitchcock bulle más que nunca, y sus explosiones son temidas por los  nuevos milenaristas de la red. El sol está demasiado cerca y su reflejo nos acerca a la otra orilla. 

navideño, navideño

navideño, navideño

 

 

El último arbolito de milanzarote, un brindis estrellado.

(Gracias a Tomás por su foto).  

 

 

Me despierto a lo dominguero: tarde, despacio, con legañas y voz de sargento de las COES, todavía con resaca por el notición del sábado: miLanzarote se retira y cede el sillón de sus entretelas al niñoMañueco (al que Misombra vaticina carreón como nuevo césar de Helmántica).

Mientras arrumbo la primera magdalena me asomo a wikileaks en busca de algún nuevo cotilleo para animar el día. Hoy podemos degustar un rollito de invierno relleno de capirotazos y mandobles de los gringos a la flor y nata del gran capital español para que abandonen sus negocios en Irán o, bien, se abstengan de entrar en tales territorios. Repsol doblegó el espinazo; el Santander no pregonó el plan “Queremos ser tu banco” a los ayatolás, e Iberia se conformó con constuirles aviones de papel.

Tanto negocio fallido por agradar al amigo americano... ¿a cambio de?

Wikileaks todavía no tiene la respuesta.

a contratiempo

Ha llegado el frío. El viento cruje entre los huesos, las lluvias retorcidas han liquidado en una mañana mis dos paraguas, la niebla en gotas y sin dosificador. ¡Qué alegría! Tropiezo con las hojas de las catalpas en las aceras, los arboles de la plaza de España arden a la luz de las farolas. Las hojas de los olmos del paseo se tuestan vuelta y vuelta. La escarcha amarillea al sol. El alumbrado navideño ondea entre las fachadas de la calle Meléndez, sobre los carriles de la avenida de Portugal, y los arbolitos plateados del escaparate de Casa no llegarán a Navidad.

Es extraño sentir los árboles estrechando las penúltimas hojas airadas y  luces de estrellas en las calles y las hojas que ocultan tus pasos. Ya no sé si es 24 de diciembre o 10 de noviembre.  



 

 

Como si alguno de los dioses allá arriba se hubiese despertado de un mal sueño dispuesto a amargarnos la semana, hubiese balbuceado entre dientes: “Ya está bien de otoño modosito y soleado”, sin pensarlo dos veces abrió la espita del bóreas helador. Y todos en la ciudad con las chaquetas y brazos cruzados, cara de susto y ojos de haber tenido un mal sueño.



de paseo sin corpiño

 

Ana Bolena va camino del patíbulo, y se cierra el culebrón de los Tudor con la cándida Jane Seymour al borde del tálamo y su familia dispuesta a hacer las américas. Pero antes de eso, este domingo llevamos al polaco al Mercado Medieval instalado en la plaza de la Concordia, una tórrida explanada en la trasera del Corte Inglés flanqueada por edificios cubistas de piedra y cristal. Entrar en el mercado con la calorina del mediodía, y encontrarse con varias filas de tendillas con pendones y escudos sobre la planicie arisca encerrada entre los edificios nos trastocó las escuchimizadas neuronas. Era como si la máquina del tiempo se hubiese vuelto loca y los correligionarios de Guillermo Tell -Toisaras dixit- se hubiesen instalado en la plaza mayor de Cabrerizos, por ejemplo, en el año 2300. Ni un arbolillo refrescante, ni el puente y el verraco, ni la orilla del Tormes con ecos del ciego y Lazarillo. Por no haber no había ni un mísero castillo de cartón piedra, ni pendones como dios manda. En fin, una sosada achicharrante.

Lady Jane pasea con su majestad en vísperas de su compromiso -con la sangre de la Bolena recién desparramada por el patíbulo- y ya pidiendo: María debe ser nombrada legítima heredera al trono. Le auguro poco futuro, otra pelele de su familia. La sombra del emperador es alargada y yo sin corpiño.

 

 

mantillas, capas y claveles

de ferias y fiestas

 

Hemos mandado al polaco al Campeonato de Ferias de Petanca: “Es muy tradicional, muy antiguo, tan español como el flamenco. Te lo pasarás fenomenal, es en el parque Picasso, una zona muy interesante”. Pero no tragó, que a él le gusta el flamenco -decía- y quería ver a Raimundo Amador. No hubo manera de librar la mañana del sábado y quedarnos en ese monolingüismo que tan bien nos sienta. Es lo que tienen los novios, unas siempre suspirando por ellos y cuando les tienes buscando artimañas para feriar y respirar sin la testosterona al lado. No hubo manera, él empeñado en ver a Raimundo Amador, que si le gusta el flamenco, que si había tocado con Bjork y BB King. Acabó de porteador en el super para escarmiento y a la noche de perchero de bolsos en el concierto del gitano, y sin vuelta por las casetas.

 Misombra se fue al evento estrella de miLanzarote para estas ferias y fiestas: el homenaje a Vicente del Bosque en la plaza Mayor. Allí hubo de todo: escenario con flores y multimedia, discursos, y hasta sillas para el respetable. Venía asustada de tanta emoción contenida, tanto recuerdo en los labios y del fino lagrimillo que rodaba mejilla abajo de miLanzarote.

 Raimundo se mantiene en forma y nos cantó aquellas de “Pata Palo es un pirata malo...” “Ya no puedo mirarte ya, ya no puedo mirarte ahora.... Bolleré te quita la pena...”. El polaco mira embelesado pero no baila. “Ay que gustito pa mis orejas...”

 

Tengo la casa hecha un nidito de amor, una fonda babélica: Arrumacos en alemán, tacos en polaco, parlados en inglés mostrenco -el mío oficiando de anfitriona con el polaco-, la pequeña Lolita en alemán con acento andalú, y misombra que rezonga en un esperanto muy conciliador después de terminarse las salchicas.

Nuestros terraceos se vuelven rondas de conversaciones: yo le hablo a ella, ella traduce al alemán, ellos se hablan en germánico, yo le atizo a la cerveza y miro al rubio de al lado, ella me resume la respuesta de su rubio. A la segunda ronda he perdido el hilo y me tiro de cabeza a la caña. A la tercera cerveza, puedo resumir Cien años de soledad en una síntesis de inglés-español-portugués-francés-gestos comprensible para cualquier tribu.

 

mayo, mayito... y graniza

mayo, mayito... y graniza Pasan los días, dejas pasar las noches y te plantas en mayo. En la plaza da Ferrería, bajo una lluvia cantarina, suena la musiquilla lenta y machacona de las coplas de Os Maios cantadas por niños agazapados en el interior de los conos forrados con fiunchos y decorados con naranjas, huevos, margaritas, camelias o calas. Sus palabras son irónicas y críticas con el poder: el Alcalde Lores, Feijoó, Zapatero o Rajoy pero han perdido el graciejo y la mordacidad de antaño, pero me gusta este modo de celebrar la primavera con flores, huevos y coplas. Aunque de pequeña era mi fiesta favorita era el domingo de ramos por aquello del trapito nuevo y ponerse hecha un pincel para agarrar bien fuerte la palma y atizarle a la borriquita.


(la foto aparece en la web de la biblioteca fillos)

del Lérez al Tormes

La pequeña Donnadieu me ha enviado -gracias linda- el precioso libro "El Balneario del Lérez. La aventura termal de Casimiro Gómez" de Xosé Manuel Pereira, repleto de curiosidades, fotografías y crónicas de provincias. Tan sólo lo he ojeado por los pelos, al primer mechón me topo con este artículo publicado en El Diario de Pontevedra, el 30 de noviembre de 1912:

Lérez arriba
Pero yo, que aunque nacido y criado muy cerca del mar y en pueblo a donde llegan los mares y el agua salada, gusto más que de él, de la montaña y el campo, gocé de las horas más gratas internándome rías de Pontevedra arriba donde deja ya de ser ría para ser río, en las aguas que vienen del mar con la marea. Fué río Lérez arriba.

Un río para soñar en él lejos de la batalla de la vida. A una piedra que hay en su orilla, en un lugar que con el Terlipse de Tesalia, descrito por Herodoto, comparaba aquel copioso benedictino P. Sarmiento, erudito que no dió paz a la mano, a esa piedra bajaba a descansar el buen fraile. Y allí, encima del Lérez, está el monasterio de benedictinos donde el infatigable Feijóo hizo sus estudios. Lugar de descanso; lugar de estudio por lo mismo.

Bajan los arboles hasta las aguas mismas del Lërez para formarle abrigo de verdes cortinas y enverdecer sus aguas. Y el río, enamorado de la verdura, va enroscándose por ella, formando meandros que llaman allí salones, y fingen pequeños lagos, como en recuerdo de los grandes lagos aparentes de las rías bajas.


Un río virginal
Hace suspirar -con suspiro de liberación al espíritu- al verse uno encerrado en un recinto de follaje sobre las aguas límpidas. ¡Aguas límpidas! He aquí algo que vamos perdiendo en mi Vizcaya, que van perdiendo en Asturias. El Nervión, el río de Bilbao, tan hermoso tierra adentro, antes que empiecen las fábricas y antes sobre todo que los petriles lo aprisionen, se ve sucio del rojo de la vena del hierro, y el Nalón, hermoso río asturiano, llega negro de hulla al mar. Pero este Lérez virginal, no manchado aún por las deyecciones de la industria, convida al idilio, al amor, al recogimiento, al estudio.

Fué cerca de él, a su vista, en un repliegue de las colinas, donde una tarde olí subir de la verdura del campo las notas verdes y quejumbrosas de la gaita.

Miguel de Unamuno.
Salamanca, Noviembre 1912.

política de café


El sol de marzo deslumbra tras los ventanales. Los escasos clientes del café rehúyen mirar afuera, encararse al día. A nuestros ojos adormecidos les cuesta acostumbrarse a la claridad después de este oscuro invierno. En la mesa cercana a la puerta de entrada una nórdica larguirucha de pies grandes, ojos verde esmeralda y manos jabonosas se pone las gafas de sol y clava su mirada en la plaza.

Me gustan los cafés de medio pelo con paredes de color indefinido: un tostado que fue blanco salpicado de manchas de refrescos, café o vermouth, y olores apelmazados, incrustados en las grietas de las paredes. Me gustan los que están en el centro. Además de los habituales de negocios y oficinas cercanas recalan los despistados, turistas y paseantes de la zona. Una curiosa mezcla de lo cotidiano y lo extraño.

La nórdica despliega el periódico, mis ojos de avispa revolotean perezosos por la página, entre sus dedos oblicuos una noticia: "El último barómetro del CIS conocido el jueves hacía sonar todas las alarmas. La clase política se consolida como el tercer problema para los españoles, sólo superado por el paro y la marcha de la economía, pero por delante del terrorismo y la inmigración. Nuestros políticos han pasado en solo dos años de ser la séptima preocupación a ocupar el tercer escalón del podio de las desgracias".

Revuelvo los posos del café. Busco las gafas de sol en el bolsillo del abrigo, las dejo encima de la mesa, estiro una sonrisa de domingo, fijo la mirada en los cipreses y la olvido entre los bancos de la plaza.






Tropiezo con los dientes de las escaleras mecánicas y vuelo en estampida hacia el rincón del gourmet y casi me estampo con dos jamones Joselito y un cortajamones me extirpa de cuajo el michelín. Varios días de tiendas, y tengo la cantinela de villancicos de cuerpo presente en mis últimos sueños. Ofertas y ventas especiales de Navidad. Nuestros bazares están repletos de wis, juegos imposibles, artilugios electrónicos, alimentos varios para comilonas hasta atragantarse dentro de la cueva, al calorcito de la hoguera. Paseo bajo luminosas alfombras voladoras y recuerdo al viejo Sócrates paseando por el mercado de Atenas que al contemplar los bazares repletos decía: ¡Qué rico soy, cuántas cosas hay que yo no preciso!

gorilas en la niebla

No sé si ha pasado fin de año o el fiestorrón del jueves fue solo un aviso, y estoy en la nueva década o todavía no he llegado ni al sorteo de Navidad. Milanzarote prohibió la celebración estudiantil pero, querido, no se pueden poner puertas al campo..., y ni los municipales, ni la niebla amilanaron a las manadas dispuestas en la plazas y calles de charricity. Entre el empacho de gominolas de la nochevieja, la resaca y la niebla estoy un tanto perdida. Miento, gracias al paseo vespertino de esta tarde de olor de invierno y aire marcial, las cataratas de luciérnagas colgantes de la Gran Vía, y los árboles forrados de lucecitas de la plaza de España, y las campanitas suspendidas sobre nuestras cabezas en las calles del centro han terminado por situarme: Navidad.

Allá en el sur, al sol, la Navidad es azulada, huele a mar y arrastra las piedras hasta la orilla, clama en un desierto de lava: Merry Christmas, y tumbada sobre la arena sacia los oídos con rumores de palmeras. Y despista, todo eso también despista mucho. Casi tanto como a Milanzarote la nochevieja de los treinta mil gorilas en la niebla dispuestos a convertir su ciudad en "el Chicago de los años veinte".